Te
leí un raro poema de Borges
para
que trataras de acertar
el
autor.
Cuando
llegué al final
me
miraste
orgullosa.
Tus ojos
refulgían
como
una estrella,
tu
voz
sonó
orgullosa,
enamorada.
“¡Ese
es tu mejor poema!”,
dijiste
feliz,
antes
de pedirme
que
te repitiera
la
última estrofa.
Pronuncié
las palabras
aún
más despacio,
como
si fueran en verdad
las
mejores que haya escrito.
“En
serio, lo digo en serio”,
repetiste
feliz,
“ese
es tu mejor poema”.
Luego
me diste un largo beso
que
acabó de sobornar
lo
que me restaba de vergüenza.
Aunque
eso fue, en verdad, lo que pasó,
no
pude renunciar a tu mirada,
a
tus ojos refulgiendo como una estrella.
Lo
siento, pero mi amor por ti
es
ciego,
como el verdadero autor de esos versos.
como el verdadero autor de esos versos.
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