Un día le dije que quería que en nuestro nuevo Bohío hubiera una pared de ladrillos. Sería mi homenaje a la ENA (la Escuela Nacional de Arte de La Habana, donde estudié). Su respuesta fue sencilla: "Me encantan las paredes de ladrillos".
Ya no recordaba esta foto, que es de la tarde en que la pared quedó terminada. Con la vejez (dejémonos de condescendencias: cuando te empiezan a doler todos los huesos y te salen unos pelos largos en la nariz, has llegado a la vejez) uno empieza a elegir sus batallas y sus compañías.
Aún no he logrado organizarme en eso de las batallas. A veces libro las más inútiles, otras empiezo a pelear cuando ya me sé derrotado y las pocas veces que gano, quedo tan mal herido que ni celebro la victoria. Me urge aprender más en eso de las batallas.
Pero en cuanto a las compañías, debo admitir que he sido el hombre más dichoso del mundo. Diana Sarlabous Sosa es mía.
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