Portada del primer libro de Ediciones El Fogonero. |
A
Diana Sarlabous le debo muchas cosas. Desde la noche del 25 de julio (por
suerte faltaban unos minutos para que fuera 26, ninguno de los dos nos
hubiéramos perdonado esa fecha para nuestro aniversario), no me imagino mi vida
sin ella.
Hace
unos días, Marianela Boán y Alejandro Aguilar (quienes han sido los testigos de
excepción de nuestra historia) nos hicieron notar cuánto hemos cambiado los dos
desde que nos conocimos. “Ambos —dijo Marianela con ese énfasis que ella le
pone siempre a la primera palabra de una oración— son muy diferentes a como
eran antes de conocerse”.
Lo
cierto es que hemos construido y sembrado muchas cosas juntos. Y cada vez que levantamos
o plantamos algo, nuestro vínculo se hace aún más fuerte. Aunque apenas
cumpliremos cinco años, a los dos nos parece que ha sido mucho, muchísimo más
tiempo.
Una
de las cosas en que Diana más me ha ayudado, es en aprender a concretar los
proyectos (ella es financiera, los números siempre tienen que cuadrarle). Así
fue que mi labor como consultor en estrategias de comunicación y producción de
contenidos empezó a tener estructura.
A
partir de ese momento, El Fogonero,
además de ser el blog donde tengo la libertad para ser yo mismo, se convirtió
en una pequeña empresa. Como resultado de eso, este año podré comenzar a
publicar mis libros en una colección, como siempre me los imaginé.
La
edad me ha despojado de toda presunción. No tengo otro afán que no sea el de
ver crecer las páginas como crecen en la Loma de Thoreau los pinos, los júcaros, los ocujes y las caobas. Ya no
escribo con la intención de que me recuerden; es simplemente algo que no puedo
evitar, como el café de la mañana o el ron de las tardes.
Este
año publicaremos cuatro libros: Como si
fuera sábado (las columnas de la revista Estilos), La vuelta a Cuba
(las crónicas de nuestro viaje al Paradero de Camarones y El Cristo en 2011), Cosas que nadie debería recordar (poemas
inéditos de diferentes épocas) y Resort (un
libro de cuentos que sucede en suelo dominicano y donde no hay ni una sola
alusión a Cuba).
Además
de Diana y su voluntariosa persistencia, me han inspirado mucho las pequeñas
casas editoriales que han emergido después de ese diluvio que, por un momento, nos
hizo pensar que el libro de papel desaparecería. Soy un individuo del siglo
pasado, por eso intentaré una vez más que mis palabras puedan tocarse.
Con
ustedes, Ediciones El Fogonero.
2 comentarios:
Aleluya!!!! Excelente noticia.brindó por que 'las palabras puedan tocarse".
Enhorabuena, Camilo! Felicidades. Las que dan el esfuerzo y las buenas ganas. Un abrazo, y les deseo suerte que es algo así como empeño y paciencia.
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