Cada que vez que le contaba las historias de El Nicho, ella me
miraba con unos ojos color azul incredulidad. Dudaba del desayuno de agua con
azúcar caliente, de los aullidos de los perros jíbaros justo al final del
albergue, del ruido de las piedras del río en lo más oscuro de la madrugada.
Aunque no podía evitar la cara de asco, tampoco me creía la
historia del buey que dio un mal paso en el borde del abismo. Demoraron dos
días en sacarlo del fondo de aquella furnia. Cuando su carne hervía en la
cocina, el olor a podrido se coló en las aulas como una nube descarriada.
Creía que la tienda del pueblo de Charco Azul también era un
invento mío, apenas un pretexto para bautizar a mi primer carro. Pero cuando
estuvo delante de su portal en ruinas y le enseñé el muro donde nos sentábamos
a comer tubos de pasta dental, tragó en seco y no volvió a decir que tenía
hambre.
En 1980 esas persianas estaban tan deshechas como hoy. Por ellas
se colaban los cuchillos que circulan en el aire del Escambray cuando llega el tiempo
de frío. En ese piso de cemento que ahora está a la intemperie, dormí las
noches más desprotegidas de mi vida.
Diana se fue delante, como si quisiera encontrarse con mi fantasma
antes de que yo lo espantara. Volví a dar con ella en el Jardín Martiano. Tanto
en junio como en enero, nadie cultiva allí rosas blancas. De las aulas salieron
unos niños que debían tener el mismo tamaño que yo cuando estuve en su lugar.
La mañana no olía a buey podrido sino a mierda de caballo. En el papel
de los perros jíbaros, encontramos un pequeño animal dócil y sediento. Diana no
dijo una palabra durante todo el tiempo que recorrió la escuela de El Nicho.
Intuyo que con su silencio quiso decir que por fin me creía.
7 comentarios:
desgarrador pero muy familiar, creo que todos los cubanos tenemos historias parecidas
Muy triste.
Lo peor es que encima, muchos sienten nostalgia de aquellos tiempos. Virtud del ser humano: borrar del recuerdo las cosas tristes.
Y eso que no la montaste en una guarandinga en día de lluvia para que además supiera las veces que tu vida corrió peligro, sólo porque a un loco se le ocurrió la brillante idea de abrir esa escuela en medio del monte. Muy bueno tu escrito. Soy de esa zona y sé de lo que hablas.
Saludos.
YO QUE PENSABA QUE ME IBA A MORIR SIN VER A CAMILO VENEGAS ENAMORADO DE VERDAD... ESTAS MANSO MANSO... LO VEO Y NO LO CREO... HAY QUE VER DE QUE ESTA HECHA ESA CUBANITA... DIAAAAAAACHE....
CABALLERO DEJEN A ESE HOMBRE TRANQUILO UQE ESTA COGIO HASTA LA PARED DE ENFRENTE. PERO NA LOS TEXTICULOS LE QUEDAN BONITILLOS ESA ES LA VERDAD.
LINDO....
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