Según Julio Cortázar, él se empezó a morir cuando cumplió los
cincuenta años. En “Burla burlando ya van seis delante”, que aparece en Un tal Lucas (1979), el escritor asegura
que a esa edad comenzaron a partir, sucesivamente, “los grandes magos, los
chamanes de la juventud”.
La lista de los suyos incluye a Jean Cocteau, Luis Armstrong y
Duke Ellington, entre otros. Al final del cuento recuerda que, mientras tosía
en un hospital de La Habana, un amigo le llevó la noticia de la muerte de
Charles Chaplin. Eso le hizo salir a la calle “un poco menos vivo”.
Yo me enteré de la muerte de Rafael Lay en la estación de
Ranchuelo, mientras esperaba un tren de regreso a casa. Era el 13 de agosto de
1982. Apenas tenía 15 años y tuve que asimilarlo de un golpe. Si se morían los
músicos de la orquesta Aragón (que era mi idea de lo eterno en formato de
charanga), nada era para siempre.
Con las muertes de Julio Cortázar (1984), Jorge Luis Borges (1986),
Miles Davis (1991), Emiliano Salvador (1992), Kurt Cobain (1994), Tomás
Guitérrez Alea (1996), Gastón Baquero (1997), Stanley Kubrick (1999) y Cintio
Vitier (2009), algo de mí también cayó.
La última vez que continué muriendo fue hace apenas ocho días,
cuando Ray Bradbury se largó aún más allá del Cráter Dandelion. Como Cortázar,
cada vez estoy un poco menos vivo. También llevo desventaja. Ya van mucho
más de seis y aún no he llegado a los cincuenta.
3 comentarios:
!maginate yo a los 62 cuantas veces he empezado a morir! Pero lo bueno que tiene es que ya estoy preparada para la muerte como parte del proceso de vivir. Hay dos o tres personas cuyos nombres no me atrevo ni a mencionar cuyas muertes serian como la culminacion de este proceso.
La lista es muy camiliana, mezcla de Aragon con Kubrick, Baquero con Miles Davis y es que asi mismo tu escribes. Honesto y noble como buen guajirito.
Bradbury me enseñó a soñar y mi abuela Iluminada Hernández -en Aguas Claras, de Holguín- hizo el resto. Salvador Lemis.
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