De aquel mundo
que creías tuyo
para siempre,
solo ella
sobrevive.
Todo lo demás
se apagó:
La llama
de las canciones
que gritabas
a coro,
la enorme noche
que esperaba
por ti
en la estación
terminal,
el teatro
donde un viejo
se ponía a mirar
por un telescopio
después
de advertirte
el precio
que te harían
pagar los héroes...
No pudiste salvar
ni siquiera
la indispensable
fluorescencia
que caía
sobre
la vieja Underwood
donde escribiste
tus primeros poemas.
Todo se apagó.
Solo la flor
de la carolina
se mantuvo
encendida
hasta nuestros días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario