Llegó al parque con la tarde encima.
Saludó al busto del mayor general
con un gesto de burla.
Levantó la botella como un rifle
y disparó una salva sobre el bosque.
Se sentó en el muro
que contiene a Blue Lagoon.
Había una luz espléndida,
pero daba la impresión
de verlo todo oscuro.
Los aviones que aterrizaban
o despegaban,
los botes que eran remolcados
para dar vueltas en círculos
y los sonidos de la ciudad
le eran indiferentes.
Bebía sin mirar a ninguna parte,
como si estuviera encerrado
entre cuatro paredes.
Los patos salvajes
del parque Antonio Maceo
desfilaron delante de él
y no se detuvieron
hasta llegar al muelle.
Ahí también terminaba
su territorio,
todo el espacio que tenía
para recuperar su libertad.
Los carteles de neón
fueron encendiéndose
mientras la ciudad se oscurecía.
Un policía se le acercó
y le pidió que se retirara,
que era hora de cerrar la puerta.
Se fue con la noche encima,
saludó al busto del mayor general
parado en atención.
Aunque ya estaba desarmado,se las arregló para disparar
una salva sobre el bosque.
Con la música y el ron
que llevaba dentro reunió
todas las fuerzas que necesitaba
para dar por perdido otro día de su vida.
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