De nuestro más reciente viaje a la Florida, traje tres pequeñas posturas de pino ellioti. Sus posibilidades de supervivencia eran mínimas. Se pasaron más de un día sin tierra ni aire, encerradas herméticamente en un Ziploc.
Le regalé una postura a Mario García Haya y otra a Mario Dávalos, mis hermanos en República Dominicana. No he vuelto a saber de ellas. Pero a la que sembré en la Loma de Thoreau le ha encantado el clima de la Cordillera.
Ya puedo decir que en nuestro jardín, como en los paisajes que se describen en las novelas de Faulkner, Capote y McCullers, hay un pino ellioti.
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