Cuando yo era adolescente tenía libretas enteras llenas de listas. Anotaba los nombres de los grupos de rock, las canciones incluidas en cada álbum y la relación de los músicos que participaban en las grabaciones. Todos estaban prohibidos en mi país.
Era algo muy obsesivo y meticuloso. Me recuerdo en la azotea de un ESBEC (Escuela Secundaria Básica en el Campo), debajo del tanque de agua, junto a un grupo de amigos, tratando sintonizar emisoras americanas en un radio Selena (los únicos soviéticos que alcanzaban la señal en FM).
Aunque ya estoy demasiado viejo para eso, tengo una deuda muy grande con el rockerito clandestino que fui. En honor a él a veces me pongo estas camisetas, sé que al Camilo Venegas aquel le hubiera encantado entrar a la cervecera del Paradero de Camarones con estas cuatro letras en el pecho.
Aunque ya estoy demasiado viejo para eso, tengo una deuda muy grande con el rockerito clandestino que fui. En honor a él a veces me pongo estas camisetas, sé que al Camilo Venegas aquel le hubiera encantado entrar a la cervecera del Paradero de Camarones con estas cuatro letras en el pecho.
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