En las últimas semanas no he podido seguir escribiendo en El Fogonero con la consistencia que lo
he hecho durante casi tres años. Campo de Texto me roba demasiado tiempo (más
que a mí, a él). Tengo una lista de temas apuntados en el borde de una hoja
que, a su vez, tiene apuntadas otras cosas de trabajo.
Le debo un post a Alfredo Zaldívar. Hace unos meses me envió
una foto increíble de un puente de ferrocarril que hay en Unión de Reyes, ese
pueblo matancero que se ha perdido entre el polvo de las más antiguas zafras y
el pavor que produce la falta de futuro.
Le debo un post a Mano, una mano amiga que viajó desde España
a Cienfuegos y desde allí, en bicicleta, al Paradero de Camarones. Él no puede
calcular lo que significaron para mí esas fotos maravillosas de mi pueblo y sus
personajes. A él y a su novia cubana nunca les podré agradecer ese gesto tan
lindo.
Le debo un post a la arquitecta dominicana que me enseñó las
diferencias reales entre La Habana y Santo Domingo, a la poeta brasileña que me
demostró las cosas que se oyen en el silencio, al poeta dominicano que fue
capaz de hilvanar 1,518 páginas de metáforas…
Debo demasiado, por eso no respondo el teléfono cuando el
número me resulta desconocido. Prometo pagar, eso es lo único que puedo
decirles ahora.
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