Trató de escribir lo que quería en Twitter, pero lo que tenía
en mente era mucho más largo. Una idea así no cabría jamás en 140 caracteres.
Le pidió su celular a un amigo común, pero se negó a dárselo (quién sabe si por
precaución o recelos). Acorralado por sus deseos, vencido por sus ansias,
escribió su nombre y le dio send.
Llegó al mismo tiempo a todas las redes donde estaba
subscrito. Esas pocas letras (solía ponerlo con una de menos) son la única
prueba que hay de su muerte. A falta de otra pesquisa, en ellas está el desenlace
del confuso episodio. Todo tiene que quedar despejado en cinco caracteres.
Queda, pues, escoger entre el día y la noche, la Luna o el
Sol, el asesinato o el suicidio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario