Cuando Fidel Castro cayó en cama. Su enfermedad se convirtió
en un secreto de estado y Cuba entera se paralizó para esperar el desenlace.
Aunque su hermano Raúl fue designado como sucesor (al modo de las más rancias dinastías), nada se hizo sin el visto bueno del líder supremo. Mi país dependía
de un solo hombre.
En los países normales, cuando el presidente se enferma, la Constitución
indica claramente qué hacer y todo sigue su curso, nada se posterga. Es una
aberración, un crimen, que el presente y el futuro de una nación esté pendiente
de un solo individuo. Nadie es indispensable. En cada pueblo hay muchos tan o
más capaces que el presunto elegido.
Colombia ha dado una muestra ejemplar de ello. Algunos
llegaron a creer que Álvaro Uribe era indispensable para mantener la seguridad
democrática en ese país. Juan Manuel Santos demostró en muy poco tiempo cuan
errados estaban. Algo muy parecido ocurre en Brasil, donde Dilma Rousseff le ha dado una
eficiente continuidad al legado de Lula da Silva.
Cuando Hugo Chávez cayó en cama. Su enfermedad se convirtió
en un secreto de estado y Cuba entera se volvió a paralizar en espera de un
desenlace. Aunque se trata del presidente de Venezuela; es el que paga las
cuentas, el que corre con los gastos y las consecuencias de medio siglo de
disparates y quimeras inviables.
Me hubiera gustado tanto crecer en un país normal, en un
lugar que no dependiera de un solo hombre; sino del trabajo y las virtudes de
todos.
3 comentarios:
100% de acuerdo. 100% de aplauso.
Uno del que no se oyera hablar, donde la salud del presidente fuera tan importante como mi deseos de comer helado... Sobre ese sentimiento tratan las 300 páginas de mi novela.
A mí también.
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