El nombre se lo debemos a Laly, quien definió de esa manera la pasión que tenemos por el monte y por el arroyo de la sierra (que siempre nos ha complacido
más que el mar). Nuestra más reciente expedición fue el sábado 23 de julio (mi
padre, un montero incansable, hubiera cumplido 85 años de estar vivo).
Salimos de Santo Domingo a las 3:40 de la mañana. Es un lujo
atravesar la ciudad a esa hora. Una de las cosas que más tomamos en cuenta en
nuestras expediciones es la música y ese día empezamos por el rock and roll más
duro. Era necesario. No nos dio tiempo a tomar café y necesitábamos mantenernos
despiertos.
Llegamos a La Lomita justo al amanecer. La meta era escalar
la loma Paremala antes de que se despertaran las aves. El objetivo, fotografiar
a un papagayo (Trogón de la Hispaniola) que se había comportado sumamente
esquivo en la expedición anterior. Mario Dávalos, mi compañero de viaje, el
otro ornicultor, lo describe así en su galería de Flickr:
“Después de mi intento fallido hace dos semanas para
conseguir una foto de esta especie, parece que este ejemplar me cogió pena y
posó como un modelo. Me enseñó cada lado y cada pluma, saltó de rama en rama
para mostrarme diferentes ángulos. Bailó, me miró fijamente y respondió cada
llamado. Compensó con creces el desaire que me hizo un pariente suyo hace solo
pocos días”, dice Mario.
La lluvia nos obligó a bajar, pero nos detuvimos en un
colmado para desayunar. Antes, la mamá de Patricio nos había colado un café en
una casa tomada por el olor del ajo, el orégano y la naranja agria; los
condimentos indispensables para un cerdo asado a la dominicana. Llegamos al
colmado a las 9 y ya había varios borrachos. Hombres de monte que quieren que
el sábado se les acabe lo antes posible.
Huevos de guinea, pan viejo
y cerveza. Con eso en el estómago seguimos avanzando por el vientre de la
montaña. Cuando se está allá arriba, todo lo que está abajo puede esperar.
7 comentarios:
Lo que la loma nos dá, la ciudad nunca podrá conocerlo.
Camilo, me gusta ese tono martiano de la crónica
Coño, asere, diste en el clavo. No puedo andar por estos montes sin pensar en nuestro Martí. La manera en que él describe el paisaje dominicano es un verdadero acto de arrogancia para un tipo que estuvo aquí apenas unos meses.
Me encanta tu escrito Los Ornicultores, yo viví largo tiempo en la sierra de la Gran Piedra y me trajo gratos recuerdos, el escrito y las fotos. (También a mi me el arroyo de la sierra me complace más que el mar...)
Me gustó el Trogón de La Española. Y como lucía algo parecido al Tocororo, busqué en Google, y eureka, son familia, son las dos únicas especies del género Priotelus. Y son de la familia del Quetzal también, aunque este tiene otro género. Gracias por compartir tu expedición ornitológica.
Exactamente, Osmani, el Trogó de la Española es primo hermano de nuestro Tocororo. Es, además, el Ave Nacional de Haití, pues vive en toda la isla.
Ahora es que descubro este post, me he visto en el monte, muy bien contado, gracias.
JC Recio
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