(Texto leído en el acto de premiación del Concurso Internacional de Casa de Teatro 2021)
De izquierda a derecha: Claudio Rivera, Richardson Díaz, Antonio Taveras, Freddy Ginebra, Camilo Venegas y Reinaldo Disla. |
Aunque llegué a República Dominicana por el aeropuerto de Las Américas, mi verdadera puerta de entrada al país es esa que está ahí, abierta de par en par a todo el que esté convencido de tener la capacidad de crear. No olvido la primera noche que pasé aquí. Salí eufórico y, por supuesto, ebrio de gozo, como dijo el poeta.
Acababa de conocer a Freddy Ginebra y eso me hacía dueño de la ciudad, del país y del mundo. Al menos eso me hizo creer él apenas unos diez minutos después de que nos presentaran. Nunca más volví a ser el mismo. Unos meses después estaba aterrizando de nuevo en Santo Domingo, pero esta vez en un viaje que solo era de ida.
Además de hacerme un hombre libre y de salvar a mi hija de tener que crecer en un país sin futuro, Freddy Ginebra le dio un nuevo sentido a mi vida. De eso hace 22 años. Entonces no existían ni Facebook ni Twitter, nos enterábamos de las noticias por los periódicos o los noticieros y los libros solo eran de papel.
Todo ha cambiado muchísimo desde entonces, empezando por nosotros. Muy pocas cosas se han mantenido invariables y dos de ellas son Freddy Ginebra y Casa de Teatro. Contradiciendo todo tipo de lógica y desoyendo los consejos de amigos y seres queridos, Freddy se ha empecinado en mantener esa puerta abierta.
Eso significa que los que aún están convencidos de tener la capacidad de crear y siguen prefiriendo la imaginación por encima de cualquier bien y, sobre todo, de esa bobería que acaba arrastrando a la mayoría de los seres humanos en el mundo actual, saben que aquí tienen un refugio.
Además de una Casa, del otro lado de esa puerta los esperan los abrazos, la comprensión, el entusiasmo y el apoyo incondicional de un señor muy viejo que cada vez se parece más a Noé, el del arca, o al mismísimo Dios, según nos lo pintaban en los libros de nuestra infancia.
Hace un momento hablaba de todo lo que ha cambiado el mundo en los últimos 20 años y mencioné la palabra bobería. Lo hice para no tener que decir mierda, porque ese es en verdad el producto estrella de una época en que es más importante aparentar que ser.
Por eso hoy las empresas prefieren patrocinar a un influencer en lugar de un artista y triunfar en el mundo virtual en lugar de contribuir a mejorar el real. Esa es una de las razones por la que los concursos de Casa de Teatro fueron perdiendo apoyos y ayudas hasta que hubo un momento en que por poco desaparecen.
Si no lo hicieron, es porque Freddy nunca se rindió. Mientras menos eran los patrocinios, mayor era su empecinamiento. Y llegados a este punto tengo que reconocer el compromiso y la solidaridad de Antonio Taveras. Antonio dio la cara cuando muchos daban la espalda.
Gracias a eso, todavía hoy, en 2021, podemos tener estos libros en las manos, olerlos, hojearlos, leerlos, subrayarlos... Nunca podría ser crítico literario, soy demasiado apasionado y me siento incapaz de ser objetivo. Las valoraciones sobre las obras que aparecen en estos dos volúmenes se las dejaremos a los lectores.
Ahora celebremos el hecho de que aún exista Casa de Teatro, sus concursos y sus libros. William Faulkner nos aconsejó una vez que siempre soñáramos y apuntáramos más alto de lo que sabemos que podemos lograr. Estamos aquí porque Freddy Ginebra siempre sueña y apunta más alto de lo que nadie es capaz de imaginar.
Celebrar eso significa mantener un constante compromiso con la creatividad, la imaginación y el mundo que en verdad nos merecemos. Todo eso lo aprendí aquí mismo hace 22 años, cuando un tipo disfrazado de Dios me dio un abrazo y me cambió la vida.
Gracias a él y a ustedes, hoy tuve una excusa para volver y seguir celebrando.
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