21 septiembre 2021

Cada cosa está en su sitio


(Fragmento de la novela Atlántida)

Mercedita ya empezó a barrer todas las hojas que cayeron en su patio durante la noche. Carmen regresa del crucero y Felo López de apagar los faroles de los cambiavías. Berto Aguilar cruza el apartadero, primero, y la línea principal, después, rumbo a la granja Panamá. 

Cebollón anuncia que seguirá sin llover en los próximos días, mientras lanza periódicos por ventanas y postigos. Cundunga da tumbos por la carretera, la guagua de Palmira estuvo a punto de atropellarlo. Luzbel Cabrera enciende el compresor del garaje y Chola se mira las manos, que ya están llenas de grasa.

Yuyo Serralvo le manotea a alguien, prometiéndole que cualquier tiempo futuro será mejor. Claudio el Zapatero, convertido en dependiente del bar Arelita, comienza a batallar con una nube de moscas. Castellanos el barbero le saca filo a su navaja y corrige, acercándose al espejo, su impecable bigote.

Aracelia le abre las puertas de su casa a la mañana y su hija Nancy se sienta en el columpio a conversar con Basilia, para probarle a todo el que pase que las mujeres más lindas de la provincia viven en el Paradero de Camarones.  Las dos echan la cabeza hacia atrás cuando se ríen. Basilia, además, cierra los ojos.

Ciro y Juan José Monzoña ya llenan cartuchos mientras Blanca Llerena empieza a cortar telas. Macho Calixto, entalcado y perfumado, acaba de tomar el banco donde permanecerá el resto del día. Felipe Cervera, apostado frente a él, ya está listo para enfrentar los ataques de todos. Orgulloso de ser el único fanático de Industriales en el pueblo, discutirá hasta que le suba la presión. 

Felo el Mulo, Pepe el Sordo y Granados esperan en sus impecables máquinas por los pasajeros a San Fernando. Chena acaba de salir con la carretilla del cine a buscar la película que llegará en el tren de las 10:27, tiene tiempo suficiente para saludar y conversar con todos los que encuentre en su camino.

Aleida Pis se ha sentado a tejer mientras Paco de la Rosa, su marido, se abre la camisa, como si todavía le ardiera el agua hirviendo que le cayó en el pecho hace años. Justo al lado de su casa, Chano Monzón acababa de darle de comer a sus conejos y ahora cuida de sus lechugas como si fueran flores.

Pipio Pis y Julito Monterito atraviesan el pueblo como si fueran personajes de una película del Oeste, dejando a su paso la larga sombra de sus caballos. Pura Carballosa abre las puertas de la farmacia. El sol se refleja en los vidrios de los estantes y enceguece por un momento a los que esperan la guagua de Cienfuegos.

En una pequeña puerta que hay al lado, Ramona abre el buzón para ver si echaron alguna carta durante la noche. El tractor con la carreta de los macheteros millonarios deja una nube de humo negro mientras se aleja por el callejón de La Flora. Garay, el hijo de Rao, pasa a toda velocidad en su Plymouth Fury. 

Rigo, el antiguo dueño de la valla de gallos, no le quita la vista de encima a la Conga, su mujer, que se aleja en dirección a la bodega de Chena. Edilia, después de tomar la precaución de ponerse Kikos plásticos, une los cables pelados que encienden las aulas.

Gustavo el maestro nos ha mandado a formar y se ha quedado mirando a Basilia. Ella, después de darle un beso a su hija, mira a ninguna parte. El tolvero de Sagua, con dos locomotoras Tem 4 y 850 toneladas de azúcar a granel, logra convertirse en el único sonido del pueblo durante todo el tiempo que demora en pasar.

En casa de América, como todas las mañanas, tienen puesto a Radio Reloj. Anuncian cielos despejados, la venta liberada de cereal de sémola proveniente de la Unión Soviética y una zafra histórica con un recobrado nunca antes visto. Cada cosa está en su sitio, el día puede empezar.

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