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A la izquierda, la casa de Aleida Pis y el portal donde tejía. |
28 septiembre 2021
Aleida Pis
25 septiembre 2021
Laika y Nerón
Laika y Nerón tuvieron un amor a primera vista. Desde el día en que se conocieron, vivieron para encontrarse entre la línea principal y el apartadero. Ella dejó de jugar conmigo y voló por encima de los raíles. Él logró pasar a través de los alambres del patio de Mercedita. Cada quien llegó hasta la mitad del camino.
22 septiembre 2021
El primer aguacero de mayo
La sequía ha sido larga. En el callejón de La Flora, nadie se atreve a dejar abiertas las puertas y las ventanas que dan al frente. Constantemente se forman remolinos de polvo que dejan a la gente que parecen fantasmas, con las caras y el pelo totalmente blancos.
21 septiembre 2021
Cada cosa está en su sitio
Mercedita ya empezó a barrer todas las hojas que cayeron en su patio durante la noche. Carmen regresa del crucero y Felo López de apagar los faroles de los cambiavías. Berto Aguilar cruza el apartadero, primero, y la línea principal, después, rumbo a la granja Panamá.
Cebollón anuncia que seguirá sin llover en los próximos días, mientras lanza periódicos por ventanas y postigos. Cundunga da tumbos por la carretera, la guagua de Palmira estuvo a punto de atropellarlo. Luzbel Cabrera enciende el compresor del garaje y Chola se mira las manos, que ya están llenas de grasa.
Yuyo Serralvo le manotea a alguien, prometiéndole que cualquier tiempo futuro será mejor. Claudio el Zapatero, convertido en dependiente del bar Arelita, comienza a batallar con una nube de moscas. Castellanos el barbero le saca filo a su navaja y corrige, acercándose al espejo, su impecable bigote.
Aracelia le abre las puertas de su casa a la mañana y su hija Nancy se sienta en el columpio a conversar con Basilia, para probarle a todo el que pase que las mujeres más lindas de la provincia viven en el Paradero de Camarones. Las dos echan la cabeza hacia atrás cuando se ríen. Basilia, además, cierra los ojos.
Ciro y Juan José Monzoña ya llenan cartuchos mientras Blanca Llerena empieza a cortar telas. Macho Calixto, entalcado y perfumado, acaba de tomar el banco donde permanecerá el resto del día. Felipe Cervera, apostado frente a él, ya está listo para enfrentar los ataques de todos. Orgulloso de ser el único fanático de Industriales en el pueblo, discutirá hasta que le suba la presión.
Felo el Mulo, Pepe el Sordo y Granados esperan en sus impecables máquinas por los pasajeros a San Fernando. Chena acaba de salir con la carretilla del cine a buscar la película que llegará en el tren de las 10:27, tiene tiempo suficiente para saludar y conversar con todos los que encuentre en su camino.
Aleida Pis se ha sentado a tejer mientras Paco de la Rosa, su marido, se abre la camisa, como si todavía le ardiera el agua hirviendo que le cayó en el pecho hace años. Justo al lado de su casa, Chano Monzón acababa de darle de comer a sus conejos y ahora cuida de sus lechugas como si fueran flores.
Pipio Pis y Julito Monterito atraviesan el pueblo como si fueran personajes de una película del Oeste, dejando a su paso la larga sombra de sus caballos. Pura Carballosa abre las puertas de la farmacia. El sol se refleja en los vidrios de los estantes y enceguece por un momento a los que esperan la guagua de Cienfuegos.
En una pequeña puerta que hay al lado, Ramona abre el buzón para ver si echaron alguna carta durante la noche. El tractor con la carreta de los macheteros millonarios deja una nube de humo negro mientras se aleja por el callejón de La Flora. Garay, el hijo de Rao, pasa a toda velocidad en su Plymouth Fury.
Rigo, el antiguo dueño de la valla de gallos, no le quita la vista de encima a la Conga, su mujer, que se aleja en dirección a la bodega de Chena. Edilia, después de tomar la precaución de ponerse Kikos plásticos, une los cables pelados que encienden las aulas.
Gustavo el maestro nos ha mandado a formar y se ha quedado mirando a Basilia. Ella, después de darle un beso a su hija, mira a ninguna parte. El tolvero de Sagua, con dos locomotoras Tem 4 y 850 toneladas de azúcar a granel, logra convertirse en el único sonido del pueblo durante todo el tiempo que demora en pasar.
En casa de América, como todas las mañanas, tienen puesto a Radio Reloj. Anuncian cielos despejados, la venta liberada de cereal de sémola proveniente de la Unión Soviética y una zafra histórica con un recobrado nunca antes visto. Cada cosa está en su sitio, el día puede empezar.
20 septiembre 2021
Olor a nuevo
Descubrí el olor a nuevo en 1975, a mis 8 años. Hasta ese momento, la inmensa mayoría de las cosas que me rodeaban eran viejas y pertenecían a eso que los mayores llamaban el “tiempo de antes”. La estación de ferrocarril donde vivía con mis abuelos era de 1914. De hecho, tenía la misma edad que mi abuela Atlántida.
19 septiembre 2021
Talín
Siempre volvía justo antes de que cayera la noche. Su viejo camión llegaba exhausto. Las fuerzas justo le alcanzaban para retroceder por el patio y echarse bajo las matas de mango. En el fogón de Mercedita, un jarro de agua hervía. Un baño bien caliente era su remedio contra el cansancio del día y la artrosis.
15 septiembre 2021
El último de la lista
Rigoberto Aguiar, Vivian Águila, Marta Águila, Rita Calvo, Hilda María Capote, Idania Carballosa, María Victoria De La Rosa, Elizabeth Díaz, Diego Fleites, Leonardo Fleites, Alberto Gómez, Gerardo Gómez, Venancio González, Daniel González, Carlos Guedes, Orlando Guedes, Georgina Hernández, Moraima Leyva, Alina Melián, Javier Meneses, Alberto Migollo, Aymée Monzón, Rolando Monzón, Gladys Ortega, Idalberto Ortega, Paulín Ortiz, Aldo Pérez, Odalis Pérez, Adalio Pis, Miriam Pis, María Isabel Pérez, Yolanda Quintana, Osley Santa Teresa, William Sotolongo, Marlene Valdivia y Camilo Venegas.
El rodeo
14 septiembre 2021
Key*
Key siempre se lanzaba al andén antes de que el tren se detuviera. Todavía en el aire, hacía sonar su enorme silbato plateado. “¡Camaroneeeees!”, gritaba. Luego tomaba su gorra de plato por la visera y la levantaba apenas unos centímetros. “¡Yerooooo!”, decía ya junto a mi abuelo.
Durante años fue el guardafrenos de una de las tripulaciones del tren de Cienfuegos a Santa Clara. Alternaba con Pablo Ortiz, el Caballero del Carril. Eran polos opuestos. Ortiz, aunque era muy gentil, jamás se reía. Key, en cambio, mantenía una sonrisa en la cara durante todo el recorrido de los trenes.
Hace unos meses lo ascendieron a guardafrenos del Fiat de Cienfuegos a Ciego de Ávila. Aunque el coche motor pasa envuelto en una nube de polvo y jamás se detiene, Key sacaba la cabeza por una de las puertas para saludar a mi abuelo: “¡Yerooooo!”, grita mientras un haz de luz se refleja en su enorme silbato.
Hoy en la tarde fue la última vez que Key nos saludó. Según Aurelio, no logrará salir de la cárcel. “Se morirá de tristeza antes de cumplir la condena”, asegura. Él y Atlántida han estado murmurando desde que supieron lo que había pasado, pero lo hacen en ese raro idioma que tienen para tratar de que yo no los entienda.
Aun así, he logrado descifrar algunas cosas. Ocurrió un accidente terrible y, al parecer, la tripulación de Cienfuegos tiene la culpa. El tren que vimos pasar a toda velocidad y envuelto en una nube de polvo, acabó chocando cerca de Taguasco. “Se olvidaron de un cruce con otro tren de viajeros”, comentó Aurelio.
Atlántida lo miró con una terrible cara de pregunta. Quería saber si había muertos. Aurelio le respondió con una cara aún más dramática. Mi abuela insistió con su expresión. Quería confirmar que mi abuelo había entendido. Él dijo que sí con la cabeza y enterró su barbilla en el pecho.
—Iban muchos niños —susurró mi abuelo. Atlántida levantó los brazos y mencionó a Dios.
Esa noche no oyeron el programa de la orquesta Aragón. Se sentaron en silencio y estuvieron meciéndose hasta que nos fuimos a dormir. Como no había sonidos en toda la casa, cada vez que matábamos un mosquito sonaba como una detonación. Días después, Aurelio contó la historia completa.
Habló como si se tratara de algo que había ocurrido mucho tiempo atrás. Pero desde el primer momento supe a qué se refería. Para tratar de despistarme, le preguntó a mi abuela si recordaba un accidente que ocurrió hace mucho tiempo cerca de Zaza del Medio.
Ella le pidió que se lo contara otra vez, porque había olvidado los detalles. Entonces él le dijo que el tren de Cienfuegos tenía un cruce con el 4014, el coche motor de Tunas de Zaza a Jatibonico, en un apartadero en medio de la nada. “Iban volando, tratando de recuperar un pequeño retraso”, agregó.
El maquinista y el conductor olvidaron el cruce por completo. “¡No lo puedo creer!”, exclamó Atlántida interrumpiéndolo. “¡Y estamos hablando de dos estrellas!”, repitió varias veces Aurelio. Cuando un ferroviario es muy bueno, él suele decir que es una estrella.
“Dicen que el risueño sí estaba pendiente del cruce” —dijo finalmente. Con seguridad se refería a Key—. Iba caminando por el pasillo del coche en dirección a la cabina para recordárselo al maquinista, pero que una señora lo entretuvo preguntándole si él tren la podía dejar en Falcón”.
“Dicen que miró por la ventanilla y, al ver que el maquinista no estaba reduciendo la velocidad, salió corriendo y ahí mismo…”, Aurelio no terminó la frase. Después de un largo silencio dijo que habían muerto 21 personas, entre ellos Oscar Portales, el maquinista del 4014.
“¿Recuerdas a los hermanos Portales?”, preguntó y bajó la cabeza. Entonces Atlántida cometió un error. Después de asentir con la cabeza, levantar los brazos y mencionar a Dios, dijo “¡Pobre Key!”. Era mi única oportunidad para saber lo que había ocurrido y no la desaproveché.
Mi abuela le abrió los ojos a mi abuelo pidiéndole ayuda. Él levantó las cejas y los hombros. Entonces ella se dio por vencida. Me lo contaron todo. El tren de Jatibonico a Tunas de Zaza venía lleno de niños que habían ido con sus padres a comprar los juguetes en la tienda del pueblo.
Los dos trenes acabaron hechos un amasijo y, por casi cien metros, la línea estaba llena de cuerpos y juguetes destrozados. Aurelio se sabe de memoria las fechas en las que han ocurrido los grandes accidentes ferroviarios. Eso quiere decir que nunca más se olvidará del 10 de julio de 1978.
Después de estar muy triste por un largo rato, empezó a reírse mientras contaba historias de los hermanos Portales: “Una vez, Juan, el que está vivo, iba de maquinista en el tren del Auxilio Menor y la locomotora, una alemana, se había calentado tanto que se quitó la ropa y siguió manejando desnudo”.
Las carcajadas de Aurelio no lograron que Atlántida perdiera su cara de tristeza. “Aldo me contó que Juan venía de maquinista en el viajero de Rancho Veloz y se enteró al cruzarse con el de Sagua —dijo de regreso al tema—. Se volvió como loco, pero no dejó que lo relevaran. Trajo su tren hasta Santa Clara… ¡Una estrella!”.
Entonces caí en cuenta de que nunca más vería a Key. Aquella escena que se repitió incontables veces durante tantos años ya no tenía la más mínima posibilidad de volver a ocurrir. Siempre se lanzaba al andén antes de que el tren se detuviera. Todavía en el aire, hacía sonar su enorme silbato plateado.
Me imagino que su sonrisa se acabó en ese momento. Justo cuando miró por la ventanilla y advirtió que el maquinista no estaba reduciendo la velocidad.
*El accidente al que se hace referencia en este fragmento de Atlántida es un hecho real que ocurrió en la misma fecha que se señala. Gracias a Juan Carlos Portales, sobrino de Oscar e hijo de Juan, y a Esteban Darias Domínguez pude reconstruir los hechos con la mayor precisión posible y recuperar los nombres de los ferroviarios implicados.
La tripulación del tren de Cienfuegos eran Emilio Águila (maquinista), Nilo Álvarez Verdecia (conductor) y Primitivo Luis Key (auxiliar de conductor). La tripulación del coche motor de Tunas de Zaza, Oscar Portales (maquinista) y Manolo Puig (conductor).
Manolo, que logró sobrevivir, contaba que Oscar, después de alertar a todos del inminente choque, se paró en medio del coche motor a esperar el impacto. Los tripulantes del tren de Cienfuegos, desde la cárcel, le enviaron una carta a la familia Portales, pidiéndoles perdón por todo el dolor causado.
09 septiembre 2021
Celebrando a Freddy Ginebra
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De izquierda a derecha: Claudio Rivera, Richardson Díaz, Antonio Taveras, Freddy Ginebra, Camilo Venegas y Reinaldo Disla. |
Aunque llegué a República Dominicana por el aeropuerto de Las Américas, mi verdadera puerta de entrada al país es esa que está ahí, abierta de par en par a todo el que esté convencido de tener la capacidad de crear. No olvido la primera noche que pasé aquí. Salí eufórico y, por supuesto, ebrio de gozo, como dijo el poeta.
Celebrar eso significa mantener un constante compromiso con la creatividad, la imaginación y el mundo que en verdad nos merecemos. Todo eso lo aprendí aquí mismo hace 22 años, cuando un tipo disfrazado de Dios me dio un abrazo y me cambió la vida.
Gracias a él y a ustedes, hoy tuve una excusa para volver y seguir celebrando.
La infanta inglesa que se perdió en un hierbazal de Coliseo
En 1959, Hunslet Engine Company diseñó una pequeña locomotora para diversificar su portafolio. Solo llegó a fabricar dos y una de ellas fue adquirida por los Ferrocarriles Occidentales de Cuba para su uso en los almacenes del puerto de Isabela de Sagua.