Aunque estudié en una escuela de arte, no conozco a tantos artistas. Creadores han sobrado a mi alrededor. Los he conocido buenos, regulares, mediocres, malos, malísimos… He tropezado con los más variopintos individuos. Pero un artista es otra cosa y como tuve tan buenos profesores, sé identificarlos.
Recuerdo con lujo de detalles la tarde en que Marianela Boán apareció en mi vida. Era rubia, joven y bellísima. Se movía como si el mundo fuera un escenario. Cada cosa que dijo, en aquella clase como profesora invitada, cambió mi vida. Sus palabras, desde entonces, predisponen a las mías.
El azar dispuso que, muchos años después, aquella rubia, joven y bellísima bailarina se convirtiera en mi cuñada. Mi hermano Alejandro Aguilar, en un vuelo de Cubana con destino a La Habana, quiso que así fuera. Desde entonces somos una familia donde el arte, debo reconocerlo, casi nunca es lo más importante.
Hoy, 24 de mayo de 2021, Marianela Boán cumple 67 años. Aquella muchacha que me deslumbró hasta la inconciencia, hoy es alguien que forma parte de mi vida cotidiana. Gracias a eso me vi, junto a ella y Ale, en un chat que unió las equidistancias entre Beja, Santo Domingo y la Loma de Thoreau.
En una pantalla dividida en tres (Diana no podía dejar lo que hacía) esperamos las 12 de la noche del 25 de mayo en Portugal. Ella en estos momentos crea una obra que se llama Óbice. Hoy, en este mundo tan cambiante, sigue siendo la muchacha que cambió mi vida y me predispuso de una manera incorregible.
Feliz cumpleaños, maestra, gracias por permitirme conocer en persona a un artista.
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