Desde niño solía celebrar el 12 de mayo por dos razones. A veces el cumpleaños de Mami caía domingo y entonces se convertía, además, en el Día de las Madres. Cuando eso ocurría, Lérida me exigía dos regalos: un beso en cada mejilla. Hoy hubiera cumplido 83 años.
A los pocos meses de conocernos, Diana y yo decidimos casarnos. Como el 12 de mayo estaba cerca, elegimos darle un nuevo significado. Celebramos la boda en casa, con los amigos más cercanos (que fueron testigos y cómplices de nuestro vertiginoso romance) y nuestros padres.
Don Jorge ese día bailó sones y hasta se prestó para representar una pequeña obra de teatro que Elenita nos tenía preparada. Doña Elia estaba recién operada y Mami, aunque empezaba a quedarse sin memoria, me dijo que podía morirse tranquila porque me dejaba “con una buena mujer”.
Como en República Dominicana a las esposas les endosan de segundo apellido el primero de su esposo, desde hace 9 años vivo con Diana de los Ángeles Sarlabous de Venegas. Aunque no estoy de acuerdo con esa arcaica imposición, asumo la responsabilidad que significa.
En un rato volveré con dos enormes ramos de girasoles, uno para Lérida y otro para la buena mujer con la que he compartido ya 3287 días con sus noches, convirtiéndose en mi casa, en mi pueblo, en mi país y en el único territorio que deseo habitar de cualquier geografía.
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