07 marzo 2021

Compota de manzanas


(Fragmento de la novela Atlántida)

En el punto más oscuro del callejón que pasa por detrás de las casas de los Monzoña, los borrachos del Paradero de Camarones se reúnen a beber compota de manzana. Así le llaman al aguardiente clandestino que compran en los frascos donde viene, desde la URSS, ese alimento para niños.

Lo destila Fico, el esposo de la Negra. Cuando los trenes de miel de purga vuelven vacíos del puerto de Cienfuegos, él se mete debajo de los tanques con una palangana y saca todo lo que puede. Después de fermentar la melaza con levadura, la destila en un rudimentario alambique de cobre.

Fico no es el único que hace aguardiente clandestino en el pueblo, pero nadie logra uno tan puro como él. Por eso al suyo le llaman compota de manzanas y a los otros calambuco o chispa de tren. Por 25 centavos, Fico sirve un frasco lleno hasta arriba.

—Mira cómo brilla eso —dice poniendo el líquido a trasluz—. Esto es compota pura.

Los borrachos se sientan en círculo y apenas hablan. Los envuelve el humo de la basura que arde al final de los patios, junto al apartadero donde se detienen los trenes de carga. Con los ojos entrecerrados, parecen soldados después de una batalla en la que murieron la mayoría de sus compañeros.

Aunque Atlántida me había prohibido cortar camino por el callejón de los Monzoña, a veces atravesaba por ahí cuando volvía de buscar el pan en la tienda de Chena. Pero me dio tanta pena encontrarme con ellos, que tomé la decisión de dar la vuelta por la esquina siempre. Bajé la cabeza y salí corriendo.

—Cuando un hombre empieza a tomar eso —oí que le dijo Chena a mi abuelo—, es que ya está perdido.

Cada cierto tiempo, la policía destruye todos los alambiques del pueblo y tira a la cañada el calambuco que decomisa. Pero dicen que Fico está emparentado con Meneses y que por eso a él nunca le pasa nada. La compota de manzana jamás le falta al círculo de hombres que se arma en el callejón cada tarde.

Aquel día yo me había comprado una revista Unión Soviética para forrar el nuevo Atlas Universal que nos entregaron en la escuela. Las revistas soviéticas son la únicas con páginas en colores que llegan al pueblo. Aunque casi nadie las lee, se acaban enseguida. Todos forramos los libros y las libretas con ellas.

En la portada aparecía una cosmonauta. De su espalda colgaba algo que parecía un paracaídas. Detrás del cristal de su casco, ella miraba a la cámara y sonreía. Me entretuve tanto hojeando la revista que tropecé. Cuando levanté la vista, allí estaban ellos dos, con los ojos entrecerrados y envueltos por el humo de la basura.

El Ruso, que cada vez está más flaco, tenía una rara sonrisa. A Gustavo el maestro no se le quitaba una rara mueca de la cara, como si la compota de manzana le hubiera provocado una parálisis. De tras de ellos, la Negra enjuagaba los frascos vacíos en el pozo y Fico miraba el líquido a trasluz.

—Mira cómo brilla eso —se decía a sí mismo—. Esto es compota pura.

Un largo tren de carga estaba detenido en el apartadero. Encima de que desobedecí a Atlántida al cortar camino por el callejón de los Monzoña, me subí a una tolva para poder pasar. Si mi abuela me sorprendía, ni Aurelio hubiera podido librarme de un mes de castigo.

Después de efectuarse el cruce con otro tolvero, el tren de carga empezó a moverse lentamente. El indicador de cola del caboose se fue haciendo más pequeño hasta desaparecer. Entonces todo fue cubierto otra vez por el humo de la basura que arde al final de los patios.

Allí, en el medio de aquella oscuridad que crecía cada vez más, estaban el Ruso y el maestro Gustavo con los ojos entrecerrados, como dos soldados después de una batalla en la que cayeron la mayoría de sus compañeros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigo querido saber que compartimos aquella infancia y el niño lindo y que su abuela tanto cuidaba iba a ser lo que eres... Admirable y siempre fuiste autentico, no olvido tus cosas siempre cariñoso y aunque eras como dices un guajiro parecias diferente... En nuestro amado Paradero de Camarones quedan los recuerdos y las cenizas de todo lo que vivimos alli que fue muuuuuuucho.... Grande eres pero tuve la dicha de conocerte de niño crecer contigo y bailar en las descarguitas que te hacias el penoso pero eras tremendo... jeje... Gracias amigo por amar tanto a tu pueblo...