28 marzo 2021

Mi madre camina por el andén de Camarones para ver pasar un tren


A cada rato escribo “Ferrocarriles de Cuba” o “Cuban railroad”, así, entre comillas, en los buscadores y las tiendas on line. Acopio toda imagen, texto, documento, película o libro que aparezca. Nací en la estación de trenes del Paradero de Camarones. Al hacer eso salvo, de alguna manera, mi mundo perdido.
Hace un tiempo compré este DVD en Amazon. Había comprado muchos antes. En todos lo más cercano que aparecía a mi casa y mi pueblo eran las locomotoras de vapor de los centrales Mal Tiempo (Andreíta, antes de 1959) y Espartaco (Hormiguero). Con esos sonidos y esas imágenes me bastaba y me sobrada.
Pero en un capítulo de Cuba, 1998, apareció el Prado de Cruces y, al fondo, un tren de tolvas de azúcar saliendo de la estación. Cinco kilómetros después está mi casa. “¡Qué cerca!”, me dije a mí mismo. He olvidado un detalle. Estaba viendo el DVD junto a mi madre. Quien era feliz al estar a mi lado, pero extrañaba aún más que yo a su pueblo.
De pronto apareció un cartel y luego unos carneros (así le llaman a las ovejos en Cuba) y los dos dijimos al mismo tiempo, “¡Esos son los de Mele!”. Sí, era el aparatadero, junto a la cerca del patio de Mercedita. De ahí en adelante la cámara nos fue descubriendo la estación detalle a detalle.
Mi madre empezó a llorar y agarró fuerte mi mano. Entonces, sin que ninguno de los dos pudiera ni siquiera imaginarlo, apareció caminando de la puerta de la calle al teléfono del anden.  Ahora no tengo a su mano para apretarla al volver a ver esas imágenes. Pero igual, siempre que vuelvo a ellas, empiezo a llorar.

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