Cienfuegos, la ciudad que más me gusta a mí, está a solo 24 kilómetros del Paradero de Camarones. En la entrada de su bahía, una de las más grandes y hermosas de la región, la Unión Soviética comenzó a construir un reactor nuclear a principios de los años ochenta.
Poco a poco, desde el malecón de la Perla del Sur, vimos crecer el cascarón de concreto de Juraguá. Como consecuencia de ese monstruoso plan, el pueblito del Castillo del Jagua se convirtió en la Ciudad Nuclear. Un semillero de horribles edificios yugoeslavos borró su original apariencia.
A todos nos aterraba la idea de que un día la luna cienfueguera llegara a quemarse como el cielo de Chernóbil. Afortunadamente, cuando se derrumbó el Muro de Berlín y se desintegró la Unión Soviética, al régimen le fue insostenible seguir hacia adelante con el proyecto.
Ahora en Juraguá las reses pastan sobres las ruinas de un futuro que nunca llegó a suceder. Una reciente galería de imágenes de la agencia Reuters nos recuerda la década en que estuvimos en peligro. Es la primera vez que un fracaso de mi país me produce alivio.
El Castillo del Jagua ya no puede volver a ser aquel pueblito pintoresco que reproducían las post card de principios del siglo XX. Desafortunadamente, tendrá que exhibir por siempre su queloide de cemento. Pero al menos sabemos que es una herida cerrada para siempre.
Ese será uno de los tantos monumentos a lo que ha sido este medio siglo.
2 comentarios:
Solo quería compartir este artículo escrito por el Sr. Aquiles Julián, el cual no tiene desperdicio. "La castroenteritis marxana de ciertos “intelectuales” http://tinyurl.com/4bzwdqk
Con un poquito de imaginación, yo le construiría cuatro minaretes y tendríamos la versión cubano-patética del Taj Mahal. Sean Penn y Oliver Stone le harían publicidad.
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