Cuando en Santo Domingo las cosas funcionan mínimamente bien, apenas mínimamente bien, uno descubre la belleza casi siempre oculta de esta ciudad. Pocos sitios son tan auténticos como este. Pocos también son capaces de soportar tanta indolencia y de asimilar tanto desorden sin caer en el caos total.
Todo iba bien en el semáforo hasta que llegó el senador. La gente hasta se miraba con amabilidad a través de los vidrios. Era temprano en la mañana y, aunque ya los nudos se comenzaban a trabar en las intersecciones, aún el tráfico fluía. Pero uno de los flanqueadores ocupó el centro de la avenida y desacató las órdenes del semáforo.
Ajeno a todo, el senador leía en el asiento del fondo de su lujoso vehículo. Se dice que es uno de los hombres más cercanos al Presidente y un corrupto irremediable. Algunos juran haberlo visto en un video donde danza y goza entre mafiosos. Otros dicen tener pruebas de sus espeluznantes operaciones clandestinas.
Quizás por eso le hicieron senador, para asegurarle seis años de impunidad en un país donde el olvido se alcanza en apenas unos meses. Cuando los flanqueadores se marcharon, detrás del lujoso vehículo del legislador, el semáforo ya no tuvo autoridad moral para restablecer el orden. De ahí en adelante todo fue caos.
Es una pena que en Santo Domingo la corrupción tenga más prisa que nosotros, los que pagamos los impuestos para que ella, algún día, revele su belleza y sea la ciudad que nos merecemos.
1 comentario:
Veo que eres Cubano y estas viendo lo que pasa en Santo Domingo, quieres que las inequidades que vez en este pais se repitan en el tuyo Cuba.
Publicar un comentario