La boda de mis padres, estación de ferrocarril de San Juan de los Yeras. En el centro, junto a la novia, Serafín Venegas. En el borde derecho, junto a Atlántida, Aurelio Yero. |
Diana Sarlabous me advierte constantemente sobre ellas. Se queja de que las sigo al pie de la letra. Dice que las diagnostican cuando uno se rige por “las expectativas, creencias y sentimientos que se desarrollan en el seno de una familia y que influyen en las relaciones entre sus miembros”.
Lo admito, cada vez que tengo que tomar una decisión que tendrá un grave impacto en mí y en los que me rodean, pienso en lo que harían mis padres y mis abuelos en la misma situación. Sobre todo, Serafín Venegas y Aurelio Yero, las dos autoridades que han tenido una mayor potestad sobre mí.
Pongo dos ejemplos sobre lecciones suyas. Cada vez que iba a Manicaragua, a pasarme un trecho de las vacaciones con mi padre, visitaba a todos sus amigos. En uno de aquellos agostos, me llamó la atención que no habíamos ido aún a la casa de uno de sus más fieles compañeros de pesquerías.
—Nunca más lo verás —fue la respuesta de Serafín.
Ya no sabré qué pasó entre ellos. Sólo sé que para mi padre fue algo irreparable. El mismo ejemplo recibí de mi abuelo. Aurelio bautizó a uno de los hijos de un hermano suyo. Era el único de la familia que no le llamaba Ilo o tío Ilo. Le decía Padrino y sus abrazos eran diferentes, duraban más.
El ahijado de mi abuelo tenía una perra loba y en uno de sus partos me regaló un cachorro. Le puse Shadow, porque recién había aprendido que eso significaba sombra en inglés. Un día, al volver del internado, no encontré a mi perro lobo. El ahijado de Aurelio, para complacer a un amigo militar, nos lo había quitado.
Nunca más mi abuelo le volvió a dirigir la palabra. Sé que eso le dolió muchísimo, pero lo soportó estoicamente. Su ahijado sólo pudo volver a encontrarse con él en la funeraria, el día que lo velábamos. Diana Sarlabous me advierte constantemente de ellas, pero nada puedo hacer al respecto.
Soy hijo de Serafín Venegas y nieto de Aurelio Yero. Sostengo mis lealtades invisibles hasta el final.
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