Una de las mejores cosas que tiene Facebook es que deja una constancia que antes no quedaba, que te obliga a decir las cosas delante de todos. Con él no hay necesidad de chisme ni de eso que los cubanos llaman bola, son tus propias palabras las que dicen quién eres o en quién te has convertido.
Hace unos días, leyendo los "Diarios" de Henry David Thoreau, lamenté no haber tenido la disciplina que él tuvo él al anotar la naturaleza de todo a su alrededor día tras día. Pero entonces caí en cuenta de que, salvando tanta distancia, El Fogonero es mi diario.
Ahí están, de manera clara y transparente, los Camilo Venegas que he sido desde el 19 de agosto de 2006 (la fecha del primer post) hasta hoy. Siempre le he dicho a mi hija Ana Rosario que el día en que ya no esté, puede seguir buscándome ahí. Para bien, para mal y para normal (como canta Calamaro).
No digo revolución, ni siquiera gobierno cubano, digo dictadura. No soy un emigrado, soy exiliado. No siento vergüenza de que me llamen gusano, asumo esa palabra con cada vez más sentido de pertenencia y orgullo. Quien crea que puede seguir siendo mi amigo después de decir eso, que lo siga siendo.
Quien deba borrarme por convicción o conveniencia, que también lo haga. Cada quien debe asumir la responsabilidad de lo que dice, porque eso es también lo que hace. Dejémonos ya de jueguitos a las escondidas y de hacer malabares con las palabras para quedar bien aquí, allá o acullá.
Todos estamos muy viejos para eso.
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