Muchos que conocieron y estuvieron cerca del joven Fidel Castro, dieron testimonios sobre su fascinación por Benito Mussolini. El sacerdote jesuita Armando Llorente, profesor, mentor y amigo de Fidel en el Colegio de Belén, confesó que su discípulo se sabía de memoria los discursos del Duce.
En Youtube se encuentran con facilidad videos dedicados a los actos y la gestualidad de Mussolini. Tanto parecido con los actos y la gestualidad de Fidel no puede ser coincidencia. Esa podría ser una de las explicaciones de la incontrolable veneración de la izquierda italiana por la dictadura cubana.
En los años 90 del siglo pasado, conocí a muchos italianos que viajaban a Cuba a llevar ómnibus viejos, espaguetis, jabones y hasta papel para imprimir los órganos oficiales del régimen. La mayoría de ellos, todo sea dicho, volvía a su país con una mulata debajo del brazo. Ninguno la prefería rubia.
El sábado pasado, una brigada de 52 médicos y enfermeros cubanos arribó a Italia, donde ya han muerto 5.476 personas a causa de la pandemia de CORVID-19. Se bajaron del avión con un equipamiento impensable en la Cuba de hoy. Las mochilas que llevaban en sus espaldas cada uno de ellos, podrían contener más medicamentos que una farmacia de La Habana.
Los lombardos recibieron con aplausos a los profesionales de la salud que Cuba les enviaba. La imagen apareció en las redes sociales con el hashtag #CubaSalva. El buenismo global y los admiradores de la dictadura castrista de inmediato compartieron de inmediato, poseídos por una crisis de entusiasmo.
Por décadas, el régimen ha usado a los médicos como punta de lanza de su maquinaria propagandística y como mano de obra esclava. Toman a sus familias como rehenes (si desertan, son condenados a vivir hasta 8 años sin volver a ver a sus hijos) y del dinero que los países pagan por ellos, llega a sus manos lo mínimo para subsistir.
A Fidel Castro le hubiera encantado ver el aplauso que Lombardía le dio a los médicos esclavos de su dictadura. Después de llevarse la mano a la barbilla y de hacer un sinnúmero de muecas con la boca, habría dicho alguna frase memorable.
Una de las tantas que se aprendió de memoria cuando el sacerdote jesuita Armando Llorente era su profesor, mentor y amigo.
1 comentario:
Yo tiré la toalla con ese y muchos temas relacionados con Cuba. No nos quieren, no nos necesitan -excepto para las recargas- y cualquier comentarios que hagamos al respecto "son ganas de criticar". Porque en el fondo, la mayoría cree que están haciendo lo correcto, y uno es un aguafiestas.
Me limito a aquellos que creo puedan necesitar realmente mi ayuda. Del resto: silencio, que están durmiendo los nardos...
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