Todo se complica a esta velocidad,
cuando el camino de la fe
pasa por debajo de un puente
y las barandas son tan altas.
Lanzar dos guineas degolladas
desde un carro tan bajito
y con las ventanas tan estrechas,
es cosa de suerte.
No te preocupes
porque, al final, cayeran
en medio de la calle.
Nadie se atreverá a tocarlas.
No pierdas de vista
que abajo sigue pasando
el tren de Hialeah.
Ahí está la ofrenda,
que es lo importante.
Allá todo era más fácil,
la línea, como las hierbas,
la luz o la mierda,
quedaban ahí mismo,
al final del patio.
Aquí es distinto,
muy distinto,
pero el santo sabe
que has hecho todo,
hasta lo imposible.
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