10 marzo 2020

Luis Manuel Otero Alcántara, la bandera de los vencidos

En Cuba está todo listo para juzgar, en una puesta en escena burda y previsible, al artista Luis Manuel Otero Alcántara. Su caso se suma a una larga lista de censuras perpetradas por el régimen desde su primera prohibición (cometida en 1961 contra el documental PM) hasta hoy.
Desde ayer, las ciberclarias (los voceros de la dictadura en las redes sociales) arreciaron sus ataques a la reputación de Luis Manuel. Se trata de un proceder típico de Fidel Castro, quien siempre prefirió cuestionar la moral de sus adversarios antes que tener que responder con argumentos.
Todos los cubanos que se han opuesto a la dictadura en cualquier momento de sus 61 años de existencia, han sido víctimas de una reacción desproporcionada, humillante y, sobre todo, cobarde. Mis suegros, Jorge Sarlabous y Elia Sosa, decidieron emigrar en 1967. Jorge era agrónomo, reconocido por su honestidad y laboriosidad.
Pero eso no lo eximió de tres años de trabajos forzados. Solo después de cumplir esa condena y sin derecho a despedirse de su familia, pudo abordar un avión. A mi esposa, entonces una niña de 5 años, le decomisaron sus juguetes en el aeropuerto. Su muñeca preferida le fue arrebatada de los brazos.
“Cuadra por barrio, barrio por pueblo”, tal como reza en una de las canciones que conforman su banda sonora, el estado totalitario sembró el miedo en el inconsciente colectivo. Desde entonces los cubanos permiten que él decida todo por ellos y se resignan a cargar con el peso de una oprobiosa vida cotidiana.
Luis Manuel Otero Alcántara eligió manifestarse contra esa imposición. Dijo lo que pensaba en sus obras (que estás hechas con símbolos patrios y su propio cuerpo) y le ha costado hasta el derecho a ser artista. Porque esa también es una potestad que la dictadura reclamó para sí. 
La suerte de Luis Manuel Otero Alcántara es hoy una cuestión de estado. Terrorismo de estado en un país aterrado. Allí, donde se acaban todas las garantías, la dignidad de Luis Manuel acabará de ser arriada, como se hace al final de las batallas con la bandera de los vencidos.

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