Miguel Díaz-Canel Bermúdez es un hombre de pocas palabras. No es que hable poco, es que su vocabulario es muy básico. Uno de sus últimos tuits prueba su rudimentaria relación con el idioma y su verdadera naturaleza. A las 10:30 de la mañana del 30 de diciembre, el presidente cubano escribió:
“Vimos en familia la película «Inocencia», de Alejandro Gil, un capítulo muy doloroso de nuestra historia. No olvidemos jamás que así como abundan los héroes, no faltan los mal nacidos por error en #Cuba, que pueden ser peores que el enemigo que la ataca. Viva siempre #CubaLibre!”.
Le he pedido al corrector de Word que omita los errores para poder citar textualmente. Desde que Díaz-Canel activó su cuenta en Twitter (@DiazCanelB), el pasado 10 de octubre, ha publicado 295 post. La mayoría de ellos parecen contenidos hechos para una estrategia de comunicaciones.
Como está al frente de una nación inviable y en ruinas, casi siempre mira hacia atrás o hacia delante. Se refiere a las glorias del pasado o a las promesas del futuro. Da clases de historia o hace ejercicios de prestidigitación. El presente se pasa por alto o se adorna con algún que otro eufemismo.
A las 10:30 de la mañana del 30 de diciembre, sin embargo, el subconsciente y la punta de los dedos traicionaron al presidente cubano. Aunque sus asesores le han recomendado compartir contenidos “cálidos, humanos, creativos…”, se le salió el odio que lleva por dentro y lo reprodujo textualmente.
“Mal nacidos por error en #Cuba”. Elijo esos 30 caracteres (con espacios) para resumir mi vínculo con la revolución. Aunque fue un embarazo de muchos y un parto celebrado por tantos, acabó traicionando a la mayoría. Desde entonces, nadie ha desilusionado, dividido y empobrecido más a los cubanos.
Mañana, 1 de enero de 2019, cumplirá 60 años y en Cuba no habrá ni pan para recordar el día en que mal nació.
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