Haremos paredes,
levantaremos muros,
escribiremos
en el cemento fresco
nuestros nombres
y las palabras
que nunca
quisiéramos olvidar.
Construiremos un mundo
perfecto,
mucho mejor
del que nos prometieron
y del que soñamos
alguna vez.
Todo eso será posible
en algún momento
de nuestras vidas,
o la de nuestros hijos,
o la de nuestros nietos,
o, con demasiada
mala suerte,
la de nuestros biznietos.
Solo debemos tener
paciencia,
mucha,
muchísima paciencia.
Recuerda,
primero
debe
acabar de pasar
el largo tren de árido.
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