Bajamos por el temporal
con las capas amarillas.
Bordeamos los límites
de la tarde y seguimos
el camino
que han abierto
la lluvia
y las reses ajenas.
No recuerdo
si todavía era sábado
o si ya habíamos
cruzado el puente
del martes.
Tus manos pequeñas
y asustadas
se asían
al hierro de la puerta.
Sé que dijiste algo,
pero no pude oír bien.
En mi memoria solo
ha quedado
el ruido del motor
y las capas amarillas,
mediando
entre nosotros
y la saña de la tormenta.
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