Hace
solo 8 años Correos de Cuba emitió Trenes,
una serie filatélica dedicada a los esfuerzos del régimen para revertir la paupérrima
situación de los Ferrocarriles de Cuba. En el sello de 5 centavos aparece Fidel
Castro, junto a su escolta, bajándose de una locomotora recién llegada al país.
En
los sellos de 1.05 pesos y 10 centavos, se reproducen los dos modelos de
locomotoras adquiridas en China. La DF7G-C y la DF7K-C, de 2.500 y 1.400
caballos de fuerza respectivamente. El resto de las estampas están dedicadas a nuevos
vagones de carga.
En
el sello de 15 centavos aparece un silo, en el de 65 una plancha y en el de 75
una casilla. En todos se especifica que los equipos son iraníes. La historia de
Cuba también se puede contar a través del origen de las locomotoras y los
vagones que han circulado por sus vías férreas.
Antes
de 1959, el país solo contó con locomotoras y vagones procedentes de Inglaterra,
Estados Unidos o Alemania. En 1964 llegaron las primeras locomotoras
soviéticas. Luego, en 1969, arribó al puerto de La Habana un lote de 70
máquinas húngaras que Yugoslavia le había devuelto al CAME.
Unas
casillas rumanas, recibidas para transportar azúcar en la zafra de los 10
millones, se convirtieron en los coches de pasajeros donde se movió el país
durante la crisis de los 90. Cuando Fidel Castro en persona fue a recibir a las
locomotoras chinas, reconoció que los ferrocarriles estaban a punto de
colapsar.
Doce
años después de aquel hecho, que mereció grandes titulares y frases
triunfalistas, en la Estación Central hay una larga fila de locomotoras muertas. El trayecto que
comenzó con una serie filatélica de seis sellos, termina en la carrilera número
1 de la terminal de carga.
Ese
apartadero, como el resto de la geografía nacional, tiene un fracaso que contar.
Esas locomotoras, como el país, acabaron en la inmovilidad. Sus viajes, como
los de 11 millones de cubanos, fueron desviados hasta un punto en el que ya no
hay salida.
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