El
principio de incertidumbre fue enunciado por Werner Heisenberg en 1925. Mientras
más preciso se trata de ser a la hora de determinar la posición de una
partícula, menos se conoce su momento lineal y, por tanto, su masa y velocidad.
Esa es la manera más sencilla de explicarlo.
La
incertidumbre como principio, en cambio, fue instaurada por Fidel Castro en
1959 y aún sigue apoderada de Cuba. La incertidumbre, quiero decir. El dictador
ya no está físicamente, aunque su poder simbólico pervive y ahora es una enorme
piedra atravesada en el futuro de los cubanos.
A
diferencia de lo planteado por Heisenberg, Fidel y su hermano Raúl han tenido
el control de cada partícula bajo su dominio. Ahora mismo, los cubanos evitan
que les pague en chavitos (pesos convertibles). Temen quedar en una situación
aún más vulnerable si el régimen elimina esa moneda sin previo aviso.
La
incertidumbre como principio es, probablemente, la gran diferencia entre la dictadura
de Cuba y las que hubo en Argentina o Chile. Aunque los hermanos Castro mataron,
reprimieron y desterraron, no tuvieron que llegar a los extremos de Videla o
Pinochet. Cuando se anula a alguien, ya no hace falta desaparecerlo.
El
dominio que han establecido sobre la vida cotidiana de la gente, esa cultura de
la sobrevivencia que mantiene en vilo a las familias, apenas deja tiempo para
pensar en otra cosa. Ese ha sido el mejor mecanismo de control, la más eficaz
arma.
Nada
angustia más a los cubanos que no saber lo que les depara el futuro. Aun cuando
están convencidos de que ya no tienen futuro.
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