Me hubiera gustado
estar
entre los primeros
que vieron llegar el
tren
a la estación de La
Ciotat.
Salir corriendo,
contigo de la mano,
en busca de alguna salida
a la noche de 1895.
Piensa otra vez
en aquellos 50
segundos
en el Grand Café de
París.
El andén bañado por el
sol,
la gente que va y
viene
sin que podamos oírles,
la máquina que se
acerca
con un silencio
aterrador.
Me hubiera gustado
estar contigo ahí,
asegurarme
de que no te soltaras
de mi mano,
besarte cuando
estuviéramos a salvo
y, finalmente,
reírnos
de nosotros mismos,
burlarnos
de nuestro miedo
a la poesía del cine,
ese increíble invento
que anoche tampoco
te dejó dormir.
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