Este texto aparecerá en el libro Marianela
Boán. La danza del pensamiento, donde
Alejandro Aguilar acopia testimonios, críticas, ensayos, apuntes biográficos y
reflexiones sobre la obra de la bailarina y coreógrafa cubana.
Me
veo claramente en una de las aulas de aquella escuela, mirándola encandilado,
mientras ella explicaba para qué le servía el arte. Era una rubia preciosa que
se movía siempre con impaciencia, pero en aquella figura lo que yo veía era al
verdadero artista.
30
años después, Marianela Boán sigue siendo un referente que aún persigue a la
vanguardia y crea de manera constante. Además, se ha convertido en maestra de
varias generaciones de bailarines, actores y coreógrafos, compartiendo con ellos
la esencia de su vital legado.
La
rubia preciosa al final fue merecida por mi hermano Alejandro Aguilar, quien ha
recorrido junto a ella las innumerables rutas que han definido su experiencia
de vida. Ahora somos como una familia, pero su talento me sigue encandilando.
Estar
cerca de sus impacientes movimientos me ayuda a pensar mejor y, sobre todo, a ser
mejor.
1 comentario:
Yo subrayo esa divina impaciencia que apuntas. Ella no entiende de imposibles y tiene una energía que me ha movido desde que la conozco.
Es como le digo siempre, gracias por permitirme estar cerca tuyo. Yo me hago persona al estar cerca de tu arte y tus afanes.
Larga vida a la reina!!!!!
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