Durante toda mi infancia padecí de la garganta. Cada quince días, mi abuela Atlántida me tenía que llevar a un especialista en Cienfuegos. De aquel viaje, por supuesto, lo que más disfrutaba era el tren. Una locomotora soviética, una casilla de expreso, un viejo coche Pullman y cuatro coches Escambray, hechos con el chasis de viejas guaguas Canberra.
Pablo Ortiz, el guardafrenos, a quien los ferroviarios llamaban “El Caballero del Carril” (era idéntico a Barbarito Diez, tanto en el físico como en el porte), siempre nos guardaba un asiento en el Pullman. Aunque ya se empezaba a destruir, aquel vagón aun conservaba su vieja elegancia y unos grabados con paisajes cubanos entre ventanilla y ventanilla.
Pablo Ortiz, el guardafrenos, a quien los ferroviarios llamaban “El Caballero del Carril” (era idéntico a Barbarito Diez, tanto en el físico como en el porte), siempre nos guardaba un asiento en el Pullman. Aunque ya se empezaba a destruir, aquel vagón aun conservaba su vieja elegancia y unos grabados con paisajes cubanos entre ventanilla y ventanilla.
Por eso, antes que mirar hacia afuera, yo prefería recorrer aquellos lugares atornillados detrás de un vidrio sucio: El Cobre, Viñales, Soroa, las Cuevas de Bellamar, el valle del Yumurí, el Salto del Hanabanilla, el Castillo del Jagua, Trinidad y el Morro de La Habana, entre muchos otros.
Cuando llegábamos al triángulo de Cartoqui, el tren hacía una complicada maniobra para virar los coches y dejar la locomotora de frente a la estación de Cienfuegos Viajeros. Allí nos quedábamos. Después de una rutina de pinchazos y luces apuntándome a la boca, regresábamos al Paradero de Camarones en el Pullman. Entonces, yo aprovechaban para volver a viajar por Cuba a través de unos lugares atornillados detrás de un vidrio sucio.
8 comentarios:
Recuerdo ese viaje.. esos trenes.. y ese trayecto!
me gusta, me lo llevo a mi facebook, gracias sonia
entonces, a pesar de los cristales sucios, algo del paraíso vistes, desde esa mirada profunda que de niño, -lo digo por lo que cuentas- hasta como ese nombre mágico de tu abuela, se quedó "atornillado" para siempre en tus días, hijo mío hice ese viaje por otras regiones, pero lo tuyo lo supera, al menos desde la memoria
Que bien Camilo... Que bien!!
!que lindo tener una abuela llamada Atlantida!
dime una cosa tu queconoces de cabo a rabo la provincia.
mi padre, mi tia y mi tio hablaban de un lugar edenico donde pasaban los veranos, Falcon, pero no aparece ni en el mapa.
Para mi que es una utopia de ellos, todos muertos menos mi tio que tiene 80 pero parece 60, este insiste en hacer cuentos de como la pasaban en el mitico falcon.
aclarame, plis,
gracias,
Gracias, Chano. Un abrazo grandísimo. Sí, Renay, en ese tren viajamos todos, hacia el pasado o hacia el futuro, pero viajamos todos como si nos hubiéramos encaramado en una máquina del tiempo.
el tren esta en tu corazon Camilo, que te lleve lejos.
Ayyy Camilo, que manera tan hermosa de hacernos viajar!!!, te veo chiquito, peinadito al lado, impecable con la motica bien hecha, la raya (no se porque me viene esa imagen), hurgando por el tren para buscar la mejor ubicación y deleitar todas esas postales, olores y ruidos que llevas y llevarás, llevaremos clavados en el alma y a tu abuelita tratando de protegerte y guiarte...Puedo escribir el guión de esa costumbrista película de los que tantos hemos sido protagonistas. Me encantó.
A Blanca le digo que Falcón sí existió (si no lo eliminaron después de mi salida), pero pertenecía a la actual provincia de Villa Clara, yo recuerdo haber estado, pero me parece que era cerca de Mataguá, o sea, alejándose de Cienfuegos, rumbo a Santa Clara y después de pasarla incluso... Si la memoria me falla es en la ubicación exacta pero no en su existencia, Falcón, en Cumanayagua existe una familia que le dicen de esa manera pues eran oriundos de dicho lugar.
Publicar un comentario