10 agosto 2021

Canchanfleta

Ayer descubrí un nuevo cubanismo. Pregunté, en un foro de ferroviarios, qué sobrenombre le habían puesto a los cochemotores CB-10, un rústico y obsoleto artefacto ruso que llegó a la isla en 2013. Primero se dedicaron a enumerar sus deficiencias.
Los que viajan en ellos a diario llegan destrozados a su destino por los duros golpes de su pésima amortiguación. Su motor, que es el mismo de los camiones KrAZ (conocidos en la isla como KP3), hace un ruido que ensordece hasta los de la última fila.
“Por eso les pusieron Canchanfletas”, dijo alguien al final. Cuando el libro Mea Cuba cayó en mis manos (me lo trajo Bladimir Zamora de Madrid pocos días después de su lanzamiento), me llamó la atención lo desactualizado que estaba Guillermo Cabrera Infante de la jerga cubana.
Aunque nadie como él ha sabido escribir en cubano, su vocabulario se había quedado detenido en los primeros años de la década del 60. La palabra canchanfleta me aterró. Mis cubanismos son de los años 90. Al haberme perdido los últimos 21 años de mi país, hablo como un cubano del siglo pasado.
No conocí los CB-10. Son uno de los tantos tarecos que pululan en el ferrocarril cubano actual. No he tenido el (dis)gusto de viajar en ellos. Pero lo que más me preocupaba era que su nombrete resultaba incomprensible para mí. Buscando en Google, di con el reggaeton “Canchanfleta” de Julio Moré.
No fue hasta entonces que descubrí lo que significa de verdad este nuevo cubanismo. Es sinónimo de algo de pésima calidad o del alguien que no sirve para nada. Desde que descubrí la palabra no paro de nombrar cosas con ella. Ya tengo cómo llamar a unos zapatos muy incómodos y al dictador Miguel Díaz-Canel. 
Ambos no son más que canchanfletas.

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