03 enero 2020

El Rubio nos trajo pimientos y tomates

Una de las cosas que más extraño del Paradero de Camarones, es la solidaridad entre nuestros vecinos. Aquella cadena de pequeñas acciones, nos mantenía unidos y producía auténticos milagros. Aunque entre nosotros no mediaba ningún parentesco, todos nos comportábamos como una verdadera familia. 
Si en casa de Barbarita mataban un puerco, en algún momento se aparecía el Chiqui con un pedazo de carne para nosotros. Si Felo López no tenía ninguna vaca parida, mi abuela les mandaba un litro de leche conmigo. Si Talín conseguía tomates en Acopio, nos traía por lo menos un cartucho.
Ese tipo de gestos no los volví a ver ni en La Habana ni en Santo Domingo, las dos ciudades en las que he vivido desde que me fui de mi pueblo, en 1990. Es como si el urbanismo inculcara la individualidad y nos adoctrinara en la desconfianza.
Hoy el Rubio nos trajo pimientos y tomates. Él vive en la Lomita, la comunidad que está cordillera adentro, más arriba de la Loma de Thoreau. Oí el ronroneo de su vieja camioneta mientras lidiaba con la abrupta bajada. Luego su llamada: “Camilooooo”. Igual que en mi pueblo, él pronuncia los nombres con eco.
Diana, feliz, volvió a la cabaña con las manos llenas. Mañana hará pimientos rellenos con arroz y picadillo, según la receta de Verónica Cervera. El domingo, cuando llegue Renay Chinea, lo voy a llevar a conocer el invernadero del Rubio. Le llevaremos un Brugal Extra Viejo de regalo.
La Loma también me devolvió eso: la solidaridad entre vecinos.

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