Hoy en Santo Domingo amanecimos con un día perfecto para salir a caminar. No pudimos resistir la tentación. Salimos a la Winston Churchill y, siempre a la sombra de las enormes caobas, partimos en dirección al mar. Ya estábamos a la altura del boulevard de las estrellas cuando oí una alarma.
El Apple Watch quería confirmar si me estaba ejercitando y me preguntaba qué tiempo deseaba caminar. Justo en el momento que intenté responderle, mi pie izquierdo pisó la tapa de un hidrante. Caí en silencio, por eso Diana tardó unos segundos en darse cuenta de que ya no iba a su lado.
Aunque me di un golpe muy duro en la rodilla y toda la pierna me dolía, fue un gran alivio ver a varios vehículos detenerse en ambas vías de la avenida para ofrecernos ayuda. Una jovencita (de la edad de nuestra Ana Rosario) insistió en llevarnos. Guajiro al fin, le di las gracias y volví a El Bohío caminando.
Siempre que viene a cuento, alabo el carácter noble y solidario de los dominicanos. Desde que llegué a este país, en noviembre del 2000, nunca he sentido que estoy en un lugar que no es el mío. Hoy, mientras cojeaba de regreso a casa, me enumeré a mí mismo las razones de ese sentimiento.
Cuando estaba en el suelo, alcancé a ver que había caído entre las estrellas de David Ortiz y Vladimir Guerrero, dos de los héroes que más admiro. Asumí eso como una buena señal. Entre gente como ellos, siempre estaré a salvo. Al final no fue un mal pie en un día perfecto.
1 comentario:
Espero no sea grave y te mejores. Pienso lo mismo que tu de los Dominicanos, para mi es como estar en Santiago de Cuba, son así de solidarios, pero puedo decir lo mismo de cualquier pueblo de campo en nuestra tierra, donde nunca falta un buchito de café y un plato de comida. Cuando llegaba alguien a casa después de comida, mi padre le preguntaba a mi madre: vieja quedo algo, y ella siempre contestaba: quedo muchísimo.
Saludos y que mejores.
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