En las tres semanas que duró nuestro viaje por España y Portugal, me mandaron a callar muchas veces. Algunas Diana, la mayoría Ana Rosario: “¡No digas esa palabra, Cucho!”. “Papá, no repitas eso aquí”. “Shhh, recuerda que aquí no puedes hablar así”. “Pero Papá, ¿cuántas veces te he pedido que no te expreses así?” …
Hoy las recordé mientras leía las noticias sobre el disco que Andrés Calamaro presentará antes de que se acabe octubre. Se llama Cargar la suerte, que es la frase con la que se describe la decisión del torero de adelantar una pierna o el cuerpo para interponerse en el viaje natural del toro.
No me canso de repetir que Calamaro es el cantautor que más admiro y el que mejor cumple con mis expectativas. Sus discos, desde Honestidad brutal hasta Bohemio, bastan para armar la banda sonora de mis últimos 20 años. En mis peores y en mis mejores momentos siempre ha estado una canción suya.
Con El Salmón, además de disfrutar del sonido de sus versos, he ganado confianza en eso de nadar contra la corriente y resistir desde los lados incorrectos. Artistas como él son imprescindibles en un mundo donde lo políticamente correcto, el comedimiento y la ñoñería han decidido acabar con lo poco de poesía que nos queda.
Algunas veces Diana, la mayoría Ana Rosario. Gracias a su amor me he librado de los toros cuando adelanto la pierna o saco el cuerpo.
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