Aunque no se ve desde Vent de Mar, el Mediterráneo está a unos pocos pasos del restaurante de Elina Cercos y Renay Chinea. Por eso quisimos ir a verlo la misma noche que llegamos. Diana se quitó los zapatos. Como mis viejas sandalias Timberland son impermeables, entré con ellas al agua.
Desde la orilla, Renay fue señalando puntos, entre las luces y la oscuridad, para explicarnos la historia de aquel lugar. Dejó para el final una casa que teníamos justo delante. “¿Saben qué canción se compuso en esa ventana?”, preguntó mientras proponía un nuevo brindis.
Aunque Eusebio Delfín vivió la mayor parte de su vida entre Cienfuegos y La Habana, no sé por qué siempre me imaginé al protagonista de “¿Y tú que has hecho?” en el parque de su Palmira natal. Cada vez que pasaba por allí, me preguntaba cuál habría sido el árbol en que la niña grabó su nombre.
En los años 20 del siglo pasado, Delfín cambió el estilo del bolero, transformando el rasgueado de las guitarras acompañantes en un sonido semiarpegiado. Pero ese detalle solo aparece en algunos diccionarios. En verdad no lo hemos podido olvidar por los 12 versos de una de las más grandes canciones cubanas.
Nunca llegaré a saber el lugar donde está el árbol que la niña, henchida de placer, hirió. Pero ya puedo señalar, incluso en Google Map, la ventana donde Joan Manuel Serrat compuso, probablemente, la mejor canción que se ha escrito en nuestro idioma.
Mientras permanecíamos con los pies hundidos en el agua, Renay apuntó en dirección a Algeciras y luego hacia Estambul. Frente a nosotros teníamos la ladera de un monte, más alto que el horizonte, alumbrado cada 12 segundos por el faro de Sant Sebastià.
Así fue que, entre la playa y el cielo, en Calella de Palafrugell, conocimos de cerca el alma profunda y oscura del Mediterráneo.
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