18 septiembre 2018

El cielo protector de Madrid

No he estado tanto en Madrid, pero nunca me pierdo en ella. Aunque no tiene mar (la brújula innata de los que nos criamos en ciudades que lo tienen), siempre doy con un punto de referencia que me ayuda a encontrar lo que busco. Nos saludamos con aspavientos y nos tratamos como viejos conocidos.
Mis primeros guías en esta ciudad tampoco eran de aquí, pero gracias a Cintio Vitier, Fina García Marruz y Bladimir Zamora me resultan cercanos lugares que solo he visto una o dos veces en mi vida. Eso hace que llegue a parecerme que he vivido en cualquiera de esos edificios. 
Ayer, mientras Diana y yo íbamos por la Línea 1 del Metro, no quité la vista de la ventanilla hasta que pasamos por la cerrada estación de Chamberí. En un costado de la Plaza de Toros Las Ventas, le di las gracias otra vez a Celia Cruz por todo lo que me cantó allí.  
La primera vez que vine, en julio de 1995, acababa de ver la película El cielo protector y andaba buscando libros de Paul Bowles. Es por eso que, en cuanto di con la primera librería, compré los cuentos completos de Andersen para mi hija (que acababa de nacer) y Misa de gallo para mí.
Me recuerdo con 23 años, leyendo a Bowles en una terraza, con el pelo largo, una caña y un plato de croquetas delante. Ayer entramos a FNAC y di con Yo por dentro, una novela de Sam Shepard con prólogo de Patti Smith que buscaba hace tiempo.
Poco después nos sentamos en una terraza y ahí estaba yo, Leyendo a Shepard, camino a la calvicie, con una caña y un plato de croquetas delante. No he estado tanto en Madrid, pero su cielo protector me hace sentir como en casa. Siempre acabo encontrándome en ella.

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