La
industria azucarera y el ferrocarril fueron fundamentales para la economía y la
cultura de Cuba. La zafra era el almanaque y el reloj del país. Por eso se le
llamaba “tiempo muerto” a esa época del año en que los trenes dejaban de ir a
buscar caña y los ingenios apagaban sus calderas.
En
un son, Compay Primo llegó a dialogar con una máquina de vapor: “Pum pú cha chá,/
pum pú cha chá,/ ¿Locomotora dónde tú vas?/ Yo voy a Cuatro Caminos,/ Songo La
Maya y viro pa' tras./ ¡Guao, guao, guao, guao!/ Pico y pala, pico y pala,
compañero,/ pico y pala, pico y pala, soy central”.
En
otro son, Compay Segundo encuentra el ritmo en un itinerario, el cual reitera a
lo largo de la pieza, estación tras estación: “De Alto Cedro voy para Marcané,/
llego a Cueto y voy para Mayarí”. El tres, el más cubano de todos los
instrumentos musicales, avanza por la melodía como una locomotora.
El
ferrocarril también ha sido clave en la historia cubana. Durante la lucha
contra Batista, Ernesto Guevara sobornó a los oficiales de un tren militar para que lo entregaran en Santa Clara. Como parte dsel simulacro, se subió él mismo a un buldócer y
destruyó las vías. Esa acción fue decisiva en la derrota del dictador.
En
1975, para reafirmar su simbología como líder supremo, Fidel Castro se subió a
una locomotora y aparentó conducirla sobre un nuevo tramo del ferrocarril
central. La verdad es que máquina se apagó y tuvo que ser remolcada, subrepticiamente,
por un coche-motor que llevaba enganchado en la cola.
Aun
así, asieron una placa conmemorativa a la 61602 y la convirtieron en la
Locomotora Insignia. A principios de este siglo, cuando dejó de operar, fue
remolcada hasta el Museo de los Ferrocarriles de Cuba. Allí permaneció
reluciente hasta que las ruinas del país le dieron alcance.
Primero
fue la falta de recursos para mantener la infraestructura, luego los vecinos le
robaron el techo al andén y finalmente tuvieron que cerrar el inmueble. Ahora
es la ruina insignia. El vidrio del lado del maquinista está roto, da la
impresión de que le lanzaron una pedrada.
La
industria azucarera y el ferrocarril siguen definiendo la economía y la cultura
de Cuba. A través de su estado actual se pueden calcular perfectamente las dimensiones
del desastre.
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