Hace
dos semanas viajamos a Samaná para ver a las ballenas jorobadas. Vienen todos
los años, entre finales de enero y mediado de abril, para parir y aparearse. Se
dice que la enorme bahía dominicana es uno de los mejores lugares del mundo
para observarlas.
La
idea fue de Alejandro Aguilar, quien también se ocupó de organizar la
expedición. Fuimos, además de él, Marianela Boán, María Antonieta Urquiza,
Rolando Díaz, Diana Sarlabous, María y yo. En un punto de la costa,
nos embarcamos en un catamarán.
Mientras
navegábamos hacia el santuario, advertimos que justo detrás de nosotros iban
tres cubanos. Dos mujeres y un hombre. Aunque el acento nos delataba a todos,
no nos saludamos. Una inexplicable barrera impedía el intercambio lógico,
natural.
Las
ballenas jorobadas miden hasta 16 metros de largo y pesan cerca de 36
toneladas. Cuando emergió el primer gigante, todos aplaudimos emocionados.
Rolando Díaz y yo, que somos los llorones oficiales del grupo, no pudimos
contener las lágrimas.
En
un momento, en que una de las ballenas pareció saludarnos con sus enormes
aletas a muy poca distancia de nosotros, Diana comentó lo impresionante que era
disfrutarlas en libertad. “Eso es lo mejor de esta experiencia —dijo— saber que
son libres, que nadie las obliga a estar donde están ni a hacer lo que hacen”.
Cuando
volvíamos a la costa, fue inevitable el saludo con los otros tres cubanos. Como
en algún momento Rolando había hecho un comentario sobre la filmación de Los pájaros tirándole a la escopeta, los
tres confesaron que era una de sus películas preferidas.
Uno
de ellos agregó que acababan de pasarla en uno de los canales de la televisión
cubana. “Ah, ¿ustedes viven en Cuba?”, pregunté. Aunque la interrogante era muy
simple, acabó produciendo un largo silencio. Rolando trató de saber qué hacían
en República Dominicana y el resultado fue peor. Nos evitaron por el resto de
la excursión.
En
el viaje de regreso, Diana insistió en que lo mejor de la experiencia había
sido disfrutar de las ballenas en total libertad. “Nadie las obliga a estar
donde están ni a hacer lo que hacen”, repitió. Entonces Rolando, que a veces
habla en voz alta cuando se dice cosas a sí mismo, hizo las conclusiones del
viaje: “Hoy vimos ballenas libres y cubanos en cautiverio”.
2 comentarios:
!Que paradoja, Camilo¡ Un abrazo.
Solamente te falto agregar al comentario de Rolando: "Así eramos todos nosotros cuando vivíamos y trabajábamos para el gobierno cubano"
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