A Luis Alberto García lo conocí la noche en que Carlos
Varela estrenó “Memorias”. Fue en la antigua casona de El Caimán Barbudo, donde un grupo de jóvenes creadores habíamos
sido convocados por Bladimir Zamora para compartir versos y trovas (recuerdo también
a Carlos Javier Bello, Norge Espinosa, Teresa Melo, Sigfredo Ariel y Ramón Fernández
Larrea).
Allí advertí que Luisito no solo lloraba en las películas. El
final de una buena canción o un verso demoledor también podían hacer que se le
salieran las lágrimas. Luego coincidimos en muchos sitios, “con licores y damas,
más de eso quien se acuerda”. Creo que la última vez fue en Bauta, en casa de
Emilio Ichikawa.
Aunque estuvimos 10 años sin vernos, nunca dejaron de
llegarme noticias suyas. Jamás perdimos el contacto, nunca faltaron los
mensajes y el cariño. Poco antes de volver a Cuba, disfruté muchísimo la
entrevista que le hizo Amaury Pérez en Con dos que se quieran.
Fue ahí, a través de la pantalla, que me reencontré con el
Luisito que más yo extrañaba. El abrazo y el beso que nos dimos después, fue el
pretexto para seguir compartiendo rones y ponernos al día. Justo en el programa
de Amaury, él enumeró algunas cosas que lo hacen permanecer en su país.
Ya parece poco probable que Silvio y Pablo vuelvan a cantar
juntos. Con todas las fuerzas de mi corazón, quisiera que Industriales nunca
más gane un campeonato. Pero aún así, me gustaría que Luisito me esté esperando
cada vez que yo vuelva a La Habana.
Es que ellos dos se entienden demasiado. A pesar de la gran
diferencia de edad, parecen estar hechos el uno para el otro.
2 comentarios:
Y ahora hijo también del Ariguanabo, su esposa es originaria de allí.
Luis Alberto es agradable: pero ya harta verlo SIEMPRE EN TODAS LAS PELÍCULAS... como auqellos viejos actores checos o rumanos que salían EN TODAS....!! Hay que darle paso a los Novísimos.... uffffffffffff
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