No es lo mismo ser escritor que comunicador. Aunque ambos
trabajan con las palabras, las usan para fines muy distintos. El primero puede darse
el lujo de hablar por sí mismo. El segundo, en cambio, no hace nada si no
dialoga. En República Dominicana, durante estos diez años, he tenido el
privilegio de vivir de comunicar.
Ese oficio lo aprendí con algunos de los mejores maestros
que pueda haber. En las redacciones de los periódicos, en las oficinas
corporativas y en las diferentes consultorías, he tenido la suerte de
encontrarme con gente excepcional. Frente a ellos, siempre preferí hacer
silencio para asimilar lo mejor posible sus más importantes lecciones.
Hace algunos años tuve la fortuna de conocer a Luis
Concepción. Al cabo del tiempo nos hicimos amigos. Pero eso no hizo que dejara
de verlo como un maestro del que aprendo algo cada día. Luis no puede vivir sin
enseñar, lo hace a todas horas y con todos los que le rodean. Gracias a eso he
cometido muchos menos errores y he logrado algunos aciertos.
33 años atrás, en el verano de 1978, Luis llegó a La Habana
como parte de la delegación dominicana al XI Festival Mundial de la Juventud y
los Estudiantes. Desde entonces, su amor por esa ciudad no para de crecer. No
hay una conversación suya que no acabe paseando por el Malecón o busque la
sombra de un árbol en el Parque Central.
La tarde que esperamos el anochecer en el Castillo del
Morro, brindamos por muchas cosas. Por fin habíamos podido compartir un Brugal
Extra Viejo bajo el cielo de Cuba. Mencionamos logros, proyectos y hasta
sueños. Pero en el fondo los dos sabíamos que solo estábamos celebrando a La
Habana, esa novia imposible que tendríamos que abandonar en las próximas horas.
4 comentarios:
Hermoso atardecer y excelente compañía. Recuerdo la guía turística que nos felicitó por la elección del lugar. Insisto, no hay puesta de sol como esa y compartirla con Luis y Susan la hizo más especial.
Que mas puedo decir que reconocer mi envidia por la oportunidad que no tuve y la ocasión especial que me perdi. Tambien por ese proceso de aprendizaje que has tenido y que trato de seguir desde mi humilde territorio de escritor. Y hablando de brindis por La Habana, a cada rato lo hago, pero cada vez mas me doy cuenta, que Cuba para mi se ha reducido a eso: La Habana, algunos atardeceres espectaculares, un puñado de amigos, mi hermano y familia, y especialmente flashazos de aquellos momentos en los que nunca falto un brindis desde un sitio similar en La Habana, y un atardecer como el de tu foto.
Ale, a ustedes estuvimos extrañándolos desde el día uno. Un abrazo inmenso, como el sol del atardecer de La Habana.
Saludos, Camilín: tengo ron en mi casa (un invento llamado Ron Mulata): ¿quieres? Salva Lemis.
LEETE UNA NOVELA DE ALESSANDRO BARICCO: "SEDA." La haré en Teatro pronto.
A lo mejor la onoces ya.... te va a fascinar...!
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