En la Cuba de los 80 la mayoría de las etiquetas eran
horribles. El diseño gráfico de la Isla, que durante los 50 y los 60 gozó de
tanta riqueza, acabó empobreciéndose de una manera insoportable a finales de
los 70. Ese ron es de esa época.
Cada vez que caía la tarde, mi padre iba hasta la bodega más
cercana y compraba un “sábado corto” o, si aún estaba cerca el día del cobro,
una “piquilarga”. El primer trago se iba de un tirón y bajaba quemante,
acompañado de un largo gesto que terminaba en un escalofrío.
Gracias a todas aquellas botellas de Ron Decano, me enteré
de cosas y casos inimaginables. Con apenas dos tragos, Serafín se enardecía y
no paraba de hablar. Durante un período de tiempo, que nunca se extendió por más de dos
horas, se convertía en el hombre más simpático del planeta.
Luego, sin previo aviso, se tornaba denso y malhumorado. pero al final,
afortunadamente, caía rendido. En la medida en que comencé a descubrir las
etiquetas de los destilados más famosos, la de Decano se fue tornando más y más
fea. Pero el día en que volví a dar con ella, en el Museo del Ron de La Habana,
me produjo una alegría increíble.
Ese rectángulo de papel amarillento entraña demasiados
recuerdos que quisiera no olvidar. Resulta curioso que todos empiezan en el mismo espacio y a la
misma hora: en la Cuba de los 80, cada vez que caía la tarde.
4 comentarios:
Muy bueno. Congrats!
empingaoooo!!!!
Camilito: lee esto: publícalo por ahí: besos.
José Martí: “¿A qué iríamos a Cuba?”
Fragmento del discurso pronunciado por José Martí en conmemoración del 10 de octubre de 1868, en el Masonic Temple, Nueva York, el 10 de octubre de 1887.
¡Allá no queremos ir!: cruel como es esta vida, aquella es más cruel.
¿Qué importa el sol?, ¿qué importa la nieve?, ¿qué importa la vida? La patria nos persigue, con las manos suplicantes: su dolor interrumpe el trabajo, enfría la sonrisa, prohíbe el beso de amor, como si no se tuviese derecho a él lejos de la patria: una mortal tristeza y un estado de cólera constante turban las mismas sagradas relaciones de familia: ¡ni los hijos dan todo su aroma!
Aturdidos, confusos, impotentes, los que viven lejos de la patria sólo tienen las fuerzas necesarias para servirla. Así vivimos: ¿quién de nosotros no sabe cómo vivimos?: ¡allá, no queremos ir!: cruel como es esta vida, aquella es más cruel. Nos trajo aquí la guerra y aquí nos mantiene el aborrecimiento a la tiranía, tan arraigado en nosotros, tan esencial a nuestra naturaleza, que no podríamos arrancárnoslo sino con la carne viva!
¿A qué hemos de ir allá cuando no es posible vivir con decoro ni parece aun llegada la hora de volver a morir?… ¿A qué iríamos a Cuba? ¿A oír chasquear el látigo en espaldas de hombre, en espaldas cubanas, y no volar aunque no haya más armas que ramas de árboles, a clavar en un tronco para ejemplo, la mano que nos castiga?
¿Ver el consorcio repugnante de los hijos de los héroes, de los mismos, empequeñecidos en la impureza, y los vicios importados que ostentan, ante los que debieran vivir de espaldas a ellos, su prosperidad inmunda?
¿Saludar, pedir, sonreír, dar nuestra mano, ver a la caterva que florece sobre nuestra angustia, como las mariposas negras y amarillas que nacen del estiércol de los caminos? ¿Ver un burócrata insolente que pasea su lujo, su carruaje, su dama, ante el pensador augusto que va a pie a su lado, sin tener de seguro donde buscar en su propia tierra el pan para su casa?
¿Ver en el bochorno a los ilustres, en el desamparo a los honrados, en complicidades vergonzosas al talento, en compañía impura a las mujeres, sin los frutos de su suelo al campesino, que tiene que ceder al soldado que mañana lo ha de perseguir, hasta el cultivo de sus propias cañas?
¿Ver a un pueblo entero, a nuestro pueblo en quien el juicio llega hoy adonde llegó ayer el valor, deshonrarse con la cobardía o el disimulo? Puñal es poco para decir lo que eso duele. ¡Ir, a tanta vergüenza! Otros pueden: ¡Nosotros no podemos!
Ya hasta me parece bonita la etiqueta... je.... (Lemis)
Publicar un comentario