Con Chico & Rita, Fernando Trueba por fin pudo
exorcizar todos los fantasmas que el latin jazz le metió en la cabeza. Como
algunos de sus protagonistas estaban muertos y su principal escenario
irreconocible, le pidió a Javier Mariscal que los dibujara.
Solo así fue posible que La Habana volviera a ser La Habana
sin tener que irse de La Habana. Solo así, Bebo Valdés pudo reencontrarse con
Chano Pozo y Dizzy Gillespie sin tener que irse de este mundo. Lo demás, es una
historia que ya no sabíamos de memoria, pero que nunca habíamos podido ver
pasar en una pantalla.
Si Chico & Rita se hubiera hecho de cualquier otra
manera, no sería esa película inolvidable que queremos repetir una y otra vez,
como las canciones que más nos gustan, esas que tarareamos de manera
inconscientes o que nos vienen a la cabeza incluso cuando ya se nos han
olvidado.
*Mi querido Antonio
José Ponte me pidió estos tres párrafos para el dossier "Lo mejor de tu año" de Diario de Cuba, donde debía recomendar un libro, una
película o alguna música que me hubiera apasionado en algún momento de 2011.
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