Debía en la tarjeta de crédito una suma que ya no podía
honrar. Hace una semana el Banco le comunicó que, debido al impredecible
comportamiento del mercado, su tasa de interés aumentaría en un 5.8%.
Suficiente como para que no pudiera darle alcance a todos esos ceros
indetenibles.
Logró un extra crédito. Alquiló una habitación con vistas al
océano en un apartotel rodeado de palmeras temblorosas. Sabía que no tenía
valor para suicidarse. En vano había intentado varios métodos, desde la horca
hasta el fuego. Pero siempre se detenía en el momento decisivo.
Por eso lo dejó todo en manos de la marea. Descorchó una
botella de vino. El paisaje de Penedés que tenía dibujado la etiqueta le
pareció más hermoso que la inmensa playa que había delante de él.
—Soy una víctima de la inconformidad —dijo en voz alta, por
encima del ruido de las olas.
Esperó que los somníferos se diluyeran en la última copa. Ni
siquiera el fuerte sol que le daba de lleno en los ojos impidió que se
rindiera. Al día siguiente, todo aquel tramo de costa amaneció vacío. La marea
había borrado hasta la más mínima huella.
Dos meses después de su huida, una máquina aún deja mensajes
en su contestadora.
—Necesitamos que se comunique con nosotros urgentemente
—reitera el aparato—. Su tarjeta de crédito ha sido cancelada y nos veremos obligados a enviarla a nuestro
departamento legal.
Su tono es imperturbable, sin matices, como la resonancia de
la marea en el apartotel rodeado de palmeras temblorosas.
*Publicado originalmente en la sección De leer de Diario de Cuba,
donde también han aparecido los cuentos El viaje y Venado al chocolate.
3 comentarios:
Muy buen cuento corto, me lo llevo....
certero y que esa marea se aleje de tus orillas, compay.
un abrazo,
JC Recio
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