Marianela Boán llegó a República Dominicana hace un año.
Venía de Filadelfia, donde vivió casi una década después que se fue de La Habana.
En todo ese periplo, la más importante coreógrafa de la danza contemporánea
cubana, no dejó de mover ideas y de movilizar metáforas a través de todos los
medios que encontró a su alcance.
Tuve la oportunidad de asistir al proceso de
concepción de Sed, la obra que acaba
de estrenar en el teatro de Bellas Artes de Santo Domingo. No fui a ningún
ensayo, jamás la vi reunida con los bailarines; pero las largas conversaciones que
tuvimos en la sala de su casa (junto a mi querido Alejandro y los
correspondientes brugales) fueron más que suficiente.
Cada encuentro se convirtió para mí en una lección. Los diálogos,
aún los más caóticos y ebrios, me permitieron conocer de cerca cómo enfrenta
sus procesos de trabajo una artista que defiende su condición con una valentía
ejemplar. Solo así se puede decir todo lo que dice Marianela en Sed.
A la salida del teatro nos encontramos con Polibio Díaz, el
reconocido fotógrafo dominicano. Estaba eufórico, feliz. Se apoyaba en su
bastón para mirar por encima de todas las cabezas, como si quisiera dar un
discurso. Cuando se aseguró de que mucha gente le estaba prestando atención,
por fin habló:
—Esta mujer ha venido a decirnos lo que nosotros no somos
capaces de reconocer ni admitir —dijo—. Nos ha suapeado a todos con una lucidez que me da escalofríos.
Polibio tiene razón en reconocer que la exagerada lucidez de
Marianela a veces provoca desconcierto. Pero su intención no era avasallar sino
revelar, provocar, despertar. El día que Marianela me explicó el título de la obra,
dijo una cosa de la que siempre he querido escribir algo.
—No conozco a un pueblo con más deseos de aprender y saber
que el dominicano —afirmó con vehemencia—. Aquí todos tienen sed y hay sed de
todo.
Desde que los bailarines aparecen navegando encima de
botellones de agua, comienza una cuenta regresiva por donde se ven pasar las
claves del ser dominicano, las causas y los azares que le han condicionado a
través de los accidentes de su historia. Los propios bailarines, con su impresionante demostración, prueban la tesis de Marianela y desmienten a los fatalistas, a los resignados.
Marianela Boán acaba de presentar una de sus obras más
importantes. A pesar de todas las lecturas y significados que pueda tener, en
ningún momento se predica nada, tampoco se ostenta. Por eso cuando los cuerpos
desnudos abren las duchas que cuelgan de las bambalinas, apenas concluye la
representación, que es solo el primer acto de la obra.
A partir de ahí es que comienza su verdadero empeño,
que es tratar de saciar tanta sed con los gestos y los rostros que hasta ahora
permanecieron invisibles.
2 comentarios:
Camilo me encantó el comentario, GRACIAS!!!
Muy ilustrativo,ella como excelente artista , Gracias Cami por la crónica
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