Ariel Eduardo Rotenberg Gutnik. Un nombre así tenía que ser
abreviado y su dueño no se anduvo con miramientos. Paró justo cuando a su apellido
solo le quedaban tres letras. Una menos que su hermana, Cecilia, que para
aparecer en los créditos de las películas le agregó una hache inexistente.
Ariel Rot es el otro Rodríguez, el autor de de la “Milonga del marinero el capitán”, la voz que se oye detrás de
Calamaro. Algunos, con
injusticia, superficialmente, le describen como el Salieri de aquel dúo
milagroso. Si la obra anterior de Ariel no alcanzara para desmentir semejante
disparate, su nuevo disco sería más que suficiente.
Si algo hay que reprocharle a Solo Ariel, es que suena como si todavía estuviéramos en los
noventa. Pero ese acto retrospectivo, al menos para mí, está perfecto. Tan
perfecto, que a veces me quedo esperando a que aparezca la voz de Andrés en una
de las pistas.
Cuando uno oye de un tirón las 13 canciones de un disco y
vuelve a empezar por el principio, eso
quiere decir que lo que está sonando va a acompañarnos por un buen tiempo. Vivimos
en una época de nubarrones, tsunamis y tornados. Cada vez se hace más difícil
hallar diez o doce canciones que mantengan el hilo, la coherencia del discurso.
Hoy fue un día afortunado para mí. Solo Rot estará sonando a mí alrededor por un buen tiempo. ¿No lo
oyen?: “El barco se hunde, el gato se escapa, mi chica me pega. La, lala la
lala, la lala, la lala…”.
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